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Biografía de Sancho IV el Bravo. Rey de Castilla y León

Introducción al papel político del reinado de Sancho IV el Bravo

Estatua de Sancho IV en el Parque del Retiro de MadridDesde el punto de vista personal, la vida del rey Sancho IV el Bravo de León y Castilla estuvo marcada por cierto signo trágico visible en la mala relación que mantuvo con su padre y con algunos de sus familiares más cercanos, en su matrimonio con María de Molina, considerado ilegítimo por la Iglesia, o en su prematuro fallecimiento, acaecido días antes de cumplir treinta y siete años.

Desde el punto de vista político, su reinado significó el fin de una época. Tras el vertiginoso avance que conoció la reconquista en tiempos de sus antecesores, Alfonso VIII, Fernando III y Alfonso X, se produce, a partir de ahora, una considerable ralentización de la misma y da comienzo una fase de la historia castellana protagonizada por monarcas que emplearán grandes esfuerzos en garantizar la paz interior.

De infante segundón a heredero del trono de Castilla (1258-1282)

Estatua de Sancho IVSancho IV de Castilla, apodado "el Bravo", nació el 12 de mayo del año 1258, probablemente en el alcázar de Sevilla, si bien, algunos historiadores sitúan tal acontecimiento en Valladolid. Fue el cuarto de los diez hijos habidos en el matrimonio entre el rey Alfonso X el Sabio y doña Violante, hija del rey Jaime I de Aragón. Era el segundo de los hijos varones, tras el infante don Fernando.

Parece que el distanciamiento con su padre y la oposición hacia muchas de las decisiones tomadas por éste son circunstancias ya visibles durante la misma infancia de Sancho. Con ocasión de la boda de su hermano mayor, Fernando, con la hija de Luis IX de Francia, doña Blanca, celebrada en Burgos, en noviembre de 1269, se produjo el primer desafío del infante Sancho -de once años de edad- hacia su padre. Durante los festejos, el rey Alfonso X invistió como caballeros a su heredero, el infante Fernando, y a Eduardo, hijo del príncipe Eduardo de Inglaterra, a la vez que determinó que, Fernando, una vez armado caballero, fuese el encargado de hacer lo propio con sus hermanos menores y algunos nobles presentes. La Crónica de Alfonso X nos informa de que, mientras los demás hijos de Alfonso X recibieron el cíngulo caballeresco de su hermano, don Sancho se negó a ser armado caballero por él. La misma crónica insinúa que detrás de tal decisión estaría la influencia de su abuelo, el rey Jaime I de Aragón, presente en las celebraciones.

Catedral de BurgosUn año después, en 1270, poco antes de cumplir los doce años de edad, Alfonso X pactó el matrimonio de Sancho con Guillerma de Montcada, hija de Gastón VII, vizconde de Bearne y señor de Montcada y Castellvell. Este matrimonio, que será también motivo de disensión entre padre e hijo, fue el único que gozó del reconocimiento de la Iglesia en vida de Sancho. Sin embargo, nunca llegó a consumarse, detrás de lo cual, una vez más, podría situarse la influencia ejercida sobre el infante por el monarca aragonés, preocupado por los derechos que un miembro de la familia real castellana podría adquirir en territorios tan afines a la Corona de Aragón. El matrimonio por poderes con Guillerma, canónicamente efectivo, obligó a que Sancho IV, tras su enlace con María de Molina, dedicase muchos esfuerzos, aunque de manera infructuosa, a lograr la disolución pontificia.

María de MolinaA partir de 1272 Sancho cobra mayor protagonismo y presencia en la vida política del reino, a la vez que la relación con su padre parece estrecharse. Aparece con los títulos de alférez y almirante de la Orden Militar de Santa María de España -también conocida como Orden de Cartagena o de la Estrella-, fundada por Alfonso X ese mismo año. Al año siguiente participó en la entrevista que mantuvieron Jaime I y Alfonso X en Requena, probablemente en el mes de agosto, para tratar sobre la colaboración del rey aragonés en la lucha contra el rey de Granada.

En 1275 se produjo un hecho decisivo en la vida de Sancho: la inesperada muerte de su hermano, el infante Fernando, en Ciudad Real, cuando se dirigía a la frontera sur, para contener una invasión de los meriníes de Marruecos. Inmediatamente, Sancho se autoproclamó heredero y, como regente del reino ante la ausencia del padre -de viaje en Beucaire para entrevistarse con el Papa-, partió para Córdoba para llevar a cabo, con éxito, la defensa de la frontera: Aben Yuzaf aceptó la firma de una tregua, retirándose al norte de África a principios de 1276.

Estatua de Alfonso X El Sabio en el Alcázar de CórdobaEl éxito militar logrado por Sancho hizo que el rey Alfonso X se inclinase inicialmente por satisfacer las aspiraciones al trono de su segundogénito frente a los derechos de los hijos del malogrado Fernando, Alfonso y Fernando, los llamados infantes de la Cerda. Así, en las Cortes de Segovia del año 1278, Sancho fue jurado heredero del reino de Castilla. Fue entonces cuando la reina Violante, defensora de los derechos de sus nietos a la sucesión, abandonó el reino con los hijos y con la viuda de Fernando, para acogerse a la protección de su hermano Pedro III de Aragón, quien recluyó a los infantes en el castillo de Játiva.

Una de las primeras experiencias de Sancho como heredero fue el cumplimiento de la orden dada por su padre, en 1277, de prender y ajusticiar a su propio hermano, el infante don Fadrique, como consecuencia de algunos comportamientos indebidos que había mantenido con su yerno, Simón Ruiz de Cameros.

Libro: ICONOGRAFÍA Y SIMBOLISMO ROMÁNICOA partir de 1279 y comienzos de 1280, se observa cierto reparto de funciones entre Sancho y su padre, de forma que mientras éste se centra en las operaciones militares en Algeciras y Granada, el infante, se encarga de resolver los problemas de gobernación del reino: confirma privilegios, interviene en problemas judiciales y fiscales, etc. Se trata de años intensos en la adquisición de experiencia política para el futuro rey. Los dos siguientes no lo fueron menos en cuanto a adquisición de pericia militar, pues dirigió las campañas de 1280 y 1281 contra meriníes y granadinos.

La sublevación contra su padre y la subida al trono de Sancho IV

Sin embargo, a partir de 1281 las diferencias entre padre e hijo van en aumento, desembocando, finalmente, en una ruptura definitiva que se produjo en 1282 y a la cual contribuyeron varias circunstancias:

Castillo de JaénEn primer lugar, no gustó al monarca el uso indebido que el recaudador judío Zag de la Maleha hizo de las rentas reales, al consentir dedicar parte de ellas, a petición de Sancho, a pagar las deudas contraídas por la estancia de la reina Violante en Aragón.

Además, las aspiraciones al trono de los infantes de la Cerda, que contaban con el apoyo de su tío materno, Felipe III, rey de Francia, seguían vivas y Alfonso X inició conversaciones con éste para ofrecer alguna compensación a su nieto Alfonso. Así, se comprometió a entregar el reino de Jaén al primogénito de Fernando de la Cerda, quien debía reconocerse, por ello, vasallo de Alfonso X y del propio Sancho, que mostró su más radical oposición a cualquier posibilidad de reparto del reino.

El divorcio total entre ambos tuvo lugar durante las Cortes de Sevilla (1282), cuando Alfonso le comunicó su cambio de opinión con respecto a la herencia del reino. La respuesta de Sancho pone de manifiesto hasta qué punto había asimilado las enseñanzas de su preceptor, el intelectual fray Juan Gil de Zamora, sobre el origen del poder real. Así, según la Crónica dijo a su padre:

"Señor, non me fecistes vos, mas fizome Dios e fizo mucho por me fazer, ca mato a un mi hermano…porque lo heredase yo después de vuestros días…"

Iglesia de San Pedro de Córdoba, contemporánea a la vida de Alfonso X y Sancho IVTras ello el infante marchó a Córdoba, donde se le unirían sus hermanos, los infantes Pedro, Juan y Jaime. Pero éstos dos últimos volvieron, en marzo de 1283, a la obediencia paterna y mantuvieron, a partir de entonces una tensa relación con Sancho.

Daba con ello inicio una guerra civil en Castilla. El primer paso dado por Sancho fue la búsqueda de apoyos en los distintos estamentos del reino. Aprovechando el malestar provocado por muchas de las decisiones tomadas por su padre, se granjeó el apoyo de buena parte de la nobleza, el clero y las ciudades.

Entre la nobleza había mucho descontento con la política de Alfonso X y Sancho encontró sus principales apoyos en los linajes de los Castañedas, Mendozas, Manzanedos, Manriques, y, sobre todo, en Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya.

Las Órdenes Militares se inclinaron mayoritariamente a favor del rebelde, siendo la orden de Santiago la que adoptó una posición más decididamente favorable a Sancho. A pesar de no contar con el favor del Papado, también dispuso del apoyo de gran parte del episcopado. Sancho se presentó ante los prelados como el defensor de los mermados privilegios y franquezas de la Iglesia. Los arzobispos de Toledo y Sevilla y los obispos de Segovia, Oviedo, Ávila y Cádiz, fueron los únicos que se mantuvieron junto a Alfonso, lo que da idea de la amplitud del partido sanchista entre los prelados.

Castillo de Peñafiel, ValladolidEn cuanto al clero regular, los monasterios llegaron a formar una hermandad prosanchista, con motivo de la convocatoria de Cortes en Valladolid. De manera similar, entre mayo y julio de 1282, los concejos de Galicia, León, Castilla y Andalucía constituyeron hermandades generales para defender sus libertades y privilegios frente a los desafueros y el creciente intervencionismo regio en la administración concejil. Además, durante la guerra entre Alfonso X y Sancho IV, uno y otro tuvieron aliados musulmanes: los benimerines o meriníes, estuvieron al lado del rey, mientras que los granadinos apoyaron a su hijo.

A cambio de todas estas alianzas, Sancho tuvo que ofrecer numerosas compensaciones: transferencias de rentas reales y de tierras de realengo a favor, sobre todo, de nobles, Órdenes Militares e infantes. Peñafiel, por ejemplo, fue concedida a su tío, el infante don Manuel (1234-1283).

Con el fin de organizar todas las fuerzas con las que podía contar, Sancho reunió, en abril de 1282, unas Cortes en Valladolid en las que Alfonso X fue declarado inhábil. El hermano del rey, don Manuel, fue el encargado de leer tal sentencia, justificada por los grandes gastos provocados por sus pretensiones imperiales y por algunas de las campañas de la frontera, por la injusta distribución de mercedes y por las alteraciones de moneda.

La respuesta del monarca se produjo el 8 de noviembre de 1282, cuando emitió una sentencia en cuyo texto lanzaba una sobrecogedora maldición paterna sobre el infante por la cual le desheredaba y le privaba de todos sus derechos sobre sus reinos.

Sepulcro del Infante Alfonso, hijo de Sancho IV y María de MolinaEntre la asamblea de Valladolid y la sentencia condenatoria del rey, tuvo lugar en Toledo, en junio de 1282, la boda entre Sancho y María de Molina, hija del infante don Alfonso, hermano de Fernando III y señor de Molina. Era, además, madrina de una de las hijas ilegítimas que Sancho había tenido con su amante María de Meneses, señora de Ucero. Este matrimonio significaba un nuevo agravio para el monarca, quien años antes había concertado la unión de su hijo con Guillerma de Montcada. La reacción del Papa no pudo ser más contraria, calificándola de incestas nupcias y publica infamia, ya que, además de no haberse solicitado dispensa al concurrir la circunstancia de consanguinidad, a la luz del derecho canónico, Sancho era el legítimo esposo de Guillerma.

Transepto de la CAtedral de ToledoDesde fines del 1282 la causa de Sancho sufre todo tipo de adversidades: a la rebelión de Badajoz, cuyo dominio no pudo recuperar, quedando unida así, en su apoyo a Alfonso, a las ciudades de Murcia y Sevilla, hay que unir, su difícil situación desde el punto de vista financiero, la pérdida de algunas destacadas solidaridades como la de los infantes Juan y Jaime, o las rebeliones de Agreda, Soria y Treviño. Junto a ello, el pronunciamiento del Papa Martín V a favor de Alfonso y las censuras eclesiásticas que le lanzó ponían en riesgo sus aspiraciones a trono. Sin embargo, en ese adverso contexto, el 4 de abril de 1284, se produjo el fallecimiento del rey Alfonso X. Sancho, que conoció la noticia estando en Ávila, se autoproclamó rey y fue coronado en la catedral de Toledo, el 30 de abril de 1284, con los obispos de Burgos, Cuenca, Coria y Badajoz como oficiantes.

Tramo de las murallas de AlbarracínA partir de ahora, Sancho IV inicia una campaña cuyo objetivo fue legitimar su subida al trono y buscar apoyos contra los infantes de la Cerda. Para asegurar el apoyo de su tío Pedro III de Aragón, quien continuaba reteniendo a los infantes de la Cerda en el castillo de Játiva, se comprometió en Uclés, a proporcionarle ayuda para recuperar el señorío de Albarracín, en manos del noble Juan Núñez de Lara.

Buscó atraer a la nobleza y para ello otorgó cargos destacados a algunos de los que habían sido leales a su padre durante la guerra. Pero también premió a quienes le habían apoyado siempre, destacando, entre todos ellos, la figura de Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, quien, logró ejercer una gran influencia sobre el monarca hasta su muerte en 1288. A principios de 1287, fue nombrado Mayordomo Mayor y Alférez Mayor de Castilla, a la vez que recibía el título de conde con carácter hereditario. Contraviniendo lo dispuesto en las Cortes de 1285, entregó la administración de las finanzas del reino al judío Abraham el Barchilón, con lo que el monarca y su consejero se enemistaron con las ciudades, sobre las que recaía la presión fiscal, y con los nobles desplazados del poder por Lope Díaz de Haro. Pero la desconfianza del rey hacia su consejero empezó a ir en aumento desembocando, finalmente, 8 de junio de 1288, en el episodio de Alfaro, en el que Sancho IV le dio muerte, a causa de las intrigas que había protagonizado en contra de sus intereses.

Castillo de Medina del CampoEntre los eclesiásticos encontró a muchos de sus colaboradores más estrechos y habituales. Destacan el obispo de Palencia, que aparece, desde 1284, como canciller del rey, o Gómez García de Toledo, abad de Valladolid, que actuó como embajador castellano ante el rey de Francia, Felipe IV.

En cuanto a las hermandades concejiles nacidas durante la sublevación, Sancho IV pudo comprobar en los primeros meses de su reinado como, lejos de disolverse, se afirmaban con renovada fuerza. El 1 de septiembre de 1284 se reunieron en Medina del Campo y tomaron diversos acuerdos, entre ellos, aceptar el señorío del rey a cambio de que éste respetase sus fueros, usos, libertades, franquezas y privilegios, tal y como había prometido en 1282, cuando era infante. El impulso adquirido por las hermandades concejiles fue visto con recelo por el rey, quien optó por disolverlas en las Cortes de Valladolid, celebradas en diciembre de 1284.

Relaciones diplomáticas con Francia y Aragón

El cambio de titulares que se produjo en 1285, en los tronos de Aragón y Francia así como en el solio pontificio, brindó a Sancho IV una ocasión idónea para encauzar sus relaciones con esos príncipes.

Las relaciones con el Papado se relajaron gracias la suspensión dictada por el nuevo pontífice, Honorio IV (1285-1287), en noviembre de 1286, sobre el entredicho y la excomunión impuestas por su antecesor, Martín IV, a Sancho IV por la rebelión contra su padre. Sin embargo, el mantenimiento de las penas canónicas por el matrimonio ilegítimo con María de Molina, seguía siendo un instrumento de presión para el Papado y su aliado, el rey de Francia, con el cual hubo también un acercamiento: el 13 de julio de 1288, Sancho IV firmó con Felipe IV (1285-1314), el Tratado de Lyon. En función de él, Sancho IV otorgaba a los infantes de la Cerda, el reino de Murcia y Ciudad Real, a cambio de la renuncia por parte del monarca francés de cualquier derecho que pudiera tener sobre el trono castellano. Además, se establecía que, en caso de que no dejara herederos legítimos, los infantes de la Cerda o sus descendientes ocuparían el trono de Castilla y se prometían ayuda militar mutua contra el rey Alfonso III de Aragón.

La reacción en Aragón ante la noticia de tal alianza no se hizo esperar y, en septiembre de ese año, el infante Alfonso de la Cerda fue jurado en Jaca, rey de Castilla. Tanto Aragón como Castilla desplegaron tropas en las respectivas fronteras y comenzaron las hostilidades. Sin embargo, parece que las operaciones militares tuvieron, por lo general, escaso relieve, careciendo de consecuencias políticas significativas y tratándose de actos de rapiña y saqueo o de simples encuentros fronterizos. Cabe destacar el encuentro que se produjo entre ambas fuerzas en Pajarón (Cuenca), en el que encontraron la muerte, a manos de Diego López de Haro, el comendador mayor de Uclés y varios freires santiaguistas, así como el Justicia Mayor del rey castellano, Ruy Páez de Sotomayor.

Puerta mudéjar de la Concatedral de GuadalajaraPor aquellas fechas se produjo también la confrontación entre dos linajes de Badajoz, los portugaleses y los bejaranos. La enemistad entre ambos estaba basada en las diferencias surgidas por la propiedad de ciertas heredades y por la adhesión de los bejaranos a la causa de Alfonso de la Cerda. El monarca envió a las Órdenes Militares para restablecer la paz, dando lugar a algunos ajusticiamientos entre los bejaranos.

Todo ello ponía de manifiesto que, tras cinco años de reinado, la principal causa de inestabilidad política en Castilla, la pretensión al trono de Alfonso de la Cerda, continuaba viva. Sancho IV necesitaba consolidar su alianza con Francia y, en abril de 1290, se produjo un encuentro entre ambos monarcas en Bayona. Sancho logró que Felipe IV se desentendiese de la causa de los infantes de la Cerda, lo cual significó para él un éxito político decisivo pues la alianza con Francia favorecía también el acercamiento con el Papado, dadas las estrechas relaciones que mantenía el monarca francés con Roma. Sin embargo, el nuevo Pontífice Nicolás IV (1288-1292), se resistió también a conceder la ansiada dispensa matrimonial que permitiría legitimar su unión con la reina María de Molina. La bula Proposita nobis (1292), por la que Nicolás IV reconocía su matrimonio como lícito, fue una falsificación realizada durante el interregno que se produjo tras su muerte.

A partir de 1289 se inicia un período de estabilización política del reino. En octubre de ese año se produjo en Guadalajara el encuentro del monarca con Juan Núñez de Lara, lo que significaba la reconciliación con una de las familias de mayor influencia política en Castilla, la de los Lara. El arreglo entre ambos se selló con el acuerdo matrimonial entre el hijo de Juan Núñez de Lara con doña Isabel, heredera del señorío de Molina. Algunos años después, cuando se produzca el fallecimiento de Isabel (1293), el rey obtendrá de la madre de la difunta, doña Blanca, hermanastra de María de Molina, la promesa de convertir a los reyes en herederos del señorío de Molina, al carecer de sucesores. Gracias a ello, el título de señor de Molina quedará vinculado al reino de Castilla.

Además, en el año 1291, Sancho hubo de sofocar una revuelta en Galicia encabezada por Juan Alfonso de Alburquerque, que tuvo como principal consecuencia una alianza con el rey de Portugal que se selló, de nuevo, con un acuerdo matrimonial: su primogénito, el futuro Fernando IV, se prometía con la infanta Constanza de Portugal.

En cuanto a las relaciones entre Aragón y Castilla, muerto Alfonso III, en junio de 1291, Jaime II (1291-1327) buscó la alianza castellana con el objetivo de poner fin a un conflicto que le impedía centrarse en la expansión mediterránea. En el lado castellano, la cada vez mayor necesidad de llevar a cabo una ambiciosa campaña contra los meriníes hizo urgente la alianza Aragón. Así, el 29 de noviembre de 1291, Sancho IV y Jaime II firmaron el Tratado de Monteagudo por el que se prometían ayuda militar mutua en caso de conflicto y se delimitaban, en previsión de futuras conquistas, las respectivas áreas de influencia de Aragón y Castilla en el norte de África, estableciéndose el río Muluya como límite entre ambas. El tratado se selló con el compromiso matrimonial entre Jaime II y la infanta Isabel de Castilla.

De este modo, a fines de 1291 el rey Sancho IV de Castilla había alcanzado un equilibrio político en el interior del reino así como en sus relaciones exteriores, pudiéndose dar por zanjada la cuestión sucesoria: los infantes de la Cerda habían dejado de ser una amenazada. A partir de ese momento fue posible que el monarca castellano pudiese centrarse en la lucha contra el Islam.

Los conflictos con meriníes y granadinos y la conquista de Tarifa

Puerta de Jerez en TarifaLas tensas relaciones con el sultán de Marruecos, que había sido un firme aliado de su padre durante el conflicto civil, se habían mantenido una vez Sancho llegó al trono. A principios de 1285 Abu Yusuf había desembarcado en Tarifa y llevado a cabo una serie de razias en tierras andaluzas. La ofensiva norteafricana llegó hasta Sevilla, cuya campiña fue arrasada, pero fueron, fundamentalmente, Jerez y otras poblaciones del valle del Guadalete como Arcos, el Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Medina Sidonia, Vejer o Rota, las que se vieron más afectadas. La invasión, que acabó con la firma de un acuerdo entre Sancho IV y Abu Yusuf, en Peña Ferrada, en octubre de 1285, evidenció la debilidad de la frontera andaluza y la acuciante necesidad de emprender medidas destinadas a reforzarla.

Para ello, en primer lugar y apenas firmada la tregua con los meriníes, el monarca promovió la repoblación de esta zona, tan importante desde el punto de vista estratégico. En un primer momento la iniciativa repobladora estuvo en manos de la Orden de Santiago, que recibió el señorío sobre Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules y Vejer. Pero, a partir de 1288, será el propio monarca quien dirija el proceso.

Estatua de Sancho IV en TarifaA finales de 1291, habiéndose conseguido una paz estable con Francia, firmes compromisos de colaboración con Aragón y con Portugal, la alianza de Granada y Tremecén, así como el apaciguamiento de los nobles más levantiscos, se pudo pasar, por fin, a la ofensiva. Tras los saqueos llevados a cabo por los meriníes en la zona de Sevilla y Jerez, en septiembre de ese año, los preparativos militares destinados a consolidar la posición cristiana en aquellas tierras y a apoderarse de las plazas que el reino de Marruecos tenía en la Península se aceleraron. A fines de mayo de 1292 el rey se encontraba ya en Sevilla, donde nació el infante Felipe. A las fuerzas castellanas se unieron galeras aragonesas capitaneadas por Berenguer de Montoliu. Los granadinos, por su parte, se encargaron de los abastecimientos. Gracias a esta ayuda, el 13 de octubre de 1292, después de un duro asedio de seis meses, Tarifa cayó en poder de Sancho IV. La toma de la ciudad significó el primer paso dentro de una política encaminada a dominar el estrecho de Gibraltar que culminó con la Batalla del Salado (1340).

Tras la conquista de Tarifa se produjo la ruptura entre Sancho IV y el rey de Granada, Mohamed II, quien pretendía que le fuese entregada la plaza a cambio de varias fortalezas. La negativa de Sancho a esta propuesta supuso el fin de su alianza y que el granadino se aliase con el sultán de Marruecos para poner juntos cerco a Tarifa en 1294. Cabe destacar la presencia del infante Juan entre los sitiadores de la ciudad. Éste, tras protagonizar una rebelión en julio de 1293, había huido a Marruecos para aliarse con Aben Yacub.

Estatua de Guzmán el Bueno en TarifaEl encargado de la defensa de la plaza fue su alcaide, el caballero leonés Alfonso Pérez de Guzmán, apodado el Bueno. A pesar de la dureza del asedio, que duró varios meses, la ciudad resistió, según las crónicas, gracias al heroico acto de Guzmán el Bueno, quien se negó a entregar Tarifa a cambio de la vida de su propio hijo.

Aquel mismo verano de 1294 Sancho tuvo que hacer frente a la tentativa de recuperación del señorío de Vizcaya por parte de Diego López de Haro. Fue en el transcurso de esta campaña cuando, hallándose en Quintanadueñas, sufrió una grave crisis provocada por su maltrecho estado de salud. Conocerá el nuevo año en Alcalá de Henares, donde experimentó un importante agravamiento de su enfermedad. Finalmente, falleció en Toledo, el 25 de abril de 1295, cuando preparaba una nueva empresa contra Algeciras. En su testamento había confiado a su esposa, la reina María de Molina, la regencia del reino mientras durase la minoría de su heredero, Fernando, un niño de diez años. Fue sepultado junto a Alfonso VII, en la capilla que él mismo había mandado construir como panteón real en la catedral de Toledo.

Actividad cultural

Sancho IV heredó la afición de su padre por las letras y fue autor y promotor de varias obras.

Hacia 1293 escribió el Lucidario, una obra de carácter enciclopédico en forma de diálogo con preguntas y respuestas entre un maestro y su discípulo sobre cuestiones religiosas y científicas.

También se le considera autor del Libro de los castigos e documentos, obra política y moral destinada a la formación de un heredero al trono e inspirada en la de Aegidius Colonna, titulada De regimine principum, compuesta en 1274 para Felipe el Hermoso. Además impulsó la traducción del francés de obras como Li Livres dou trésor de Brunetto Latini, o La gran conquista de Ultramar o Historia de las Cruzadas.

Desarrolló también una labor protectora sobre las instituciones culturales del reino pues, además de confirmar y conceder privilegios a las ya existentes en Sevilla, Valladolid o Salamanca, fundó, en mayo de 1293, los Estudios Generales de Alcalá de Henares, a petición del arzobispo de Toledo Gonzalo Pérez Gudiel.


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