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Historia de la Mesta

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Definición de Mesta

La Mesta fue un gremio o asociación profesional de origen medieval que agrupaba a los ganaderos dedicados a la transhumancia. Desde finales del S. XII o principios del S. XIII se denomina mestas a las asambleas de ganaderos, pero la relevancia de esta actividad llevará a la fundación del Honrado Concejo de Mesta en 1273 por mano de Alfonso X el Sabio. 

Origen y factores de desarrollo

Las circunstancias políticas y demográficas de los reinos cristianos durante la Reconquista, contribuyeron de manera decisiva a al intenso desarrollo de la ganadería y, con ella, de la Mesta, especialmente en Castilla:

La inestabilidad político-militar, es decir, la lucha contra el Islam, implicaba la necesidad de desarrollar la cabaña caballar y mular, es decir, la ganadería orientada a la guerra. Por su parte, la creación de establecimientos agrícolas resultaba poco atractivo en un contexto de continuas incursiones y contraincursiones, y de movimientos de tropas. Lo más seguro y rentable era criar ganado, que podía moverse al compás de estos ejércitos, o bien huir de ellos.

El impulso reconquistador cristiano, dejaba grandes extensiones de tierras a disposición de los repobladores del norte. Sin embargo, la densidad de población en los reinos cristianos septentrionales raramente fue alta, de manera que la incorporación de estas amplias extensiones, no implicó una intensa labor de roturación de las tierras. Para los medianos y grandes propietarios, la escasez de campesinos tributarios, hacía poco rentable la agricultura, por lo que tendieron a inclinarse por la ganadería, fenómeno que podría haberse potenciado aún más por los efectos de la Peste Negra que golpeó la Península en la segunda mitad del S. XIV, si bien, ésta última causa ha sido muy cuestionada.

En los tiempos en que escaseaba la acuñación de moneda, la sociedad se inclinaba más bien por el pago en especie o el trueque: el ganado, concretamente la oveja, se convertirá así en el patrón de intercambio, de manera que los propietarios de ganado ovino procurarán incrementar su cabaña, y con ello, su riqueza.

El desarrollo de la industria textil, especialmente en Flandes, y la carencia de territorios y pastos suficientes en esta región como para producir lana con la que abastecer dicha industria, más la calidad de la lana castellana, sin competencia hasta el S. XIX, contribuyeron a la absorción de esta preciada materia primar por parte del país septentrional. La rentabilidad de esta actividad exportadora, estimularía la expansión de la ganadería ovina.

En este sentido, es significativo que se constituyera en 1296, es decir, sólo veintitrés años después de la fundación del Honrado Concejo de la Mesta, la Hermandad de la Marina de Castilla, que incluía localidades como San Vicente de la Barquera, Laredo, Guetaria, San Sebastián y Fuenterrabía, esto es, los principales puertos de exportación de lana castellana a Flandes.

La tradición ganadera peninsular se remonta a siglos antes de nuestra era - la cultura de los berracos puede ser una buena manifestación de ello -, pero en el período  que nos ocupa - la Edad Media - tenemos constancia de actividad ganadera y de movimientos de radio corto y medio en los valles pirenaicos y la cornisa cantábrica. La progresiva expansión territorial implicará además, como ya hemos explicado, la expansión de esta actividad ganadera, así como el incremento del número de cabezas de ganado, por lo cual, los enfrentamientos por pastos, pasos, cursos de agua, entre concejos, entre grupos privilegiados y concejos con cuyos fueros chocaban, entre agricultores y ganaderos, etc. resultaban inevitables, dejándonos la documentación testimonio de ello.

Para evitar esta caótica situación social, económica, jurídica e incluso bélica - concejos como el de Segovia y Madrid, mantendrán una crudelísima pugna - se resuelve coordinar y regular la actividad. Es así como nacen las mestas, nombre que inicialmente designa los pastos comunales, pero que acabará por dar nombre a las asambleas y asociaciones de ganaderos, cuya finalidad era organizar y establecer las rutas y áreas de pasto, evitar conflictos y dirimirlos, etc. Si bien, en Castilla y Navarra estas asambleas reciben el nombre de mesta, en Aragón se denominan ligallos, es decir, ligas.

Dada la necesidad de coordinar adecuadamente la actividad, dada la rentabilidad que suponía la percepción de aranceles por el paso de los ganados por tierras de realengo, y, dada importancia que para Castilla comenzaba a tener la ganadería lanar, Alfonso X el Sabio fundará en 1273 el Honrado Concejo de la Mesta, que recoge en buena medida, muchas de las funciones que tenían las mestas creadas anteriormente, es decir, señalar las rutas o cañadas, velar por el respeto a las mismas, resolver litigios varios, protegerse de cualquier agresión, etc.

Organización de la Mesta

La Mesta se dividía en cuatro cuadrillas o cabañas - asambleas -, que eran las de León, Soria, Segovia y Cuenca, respondiendo a las cuatro grandes cañadas que iban desde el Norte hasta el Sur - y, en buena medida, a los centros textiles que se generan al calor de esta actividad -:

Leonesa: partía de la montaña de León y pasaba por Zamora, Salamanca, Plasencia, Cáceres y Mérida hasta llegar a Andalucía occidental. 

Segoviana; se dividía a su vez en dos grandes cañadas:

  • Desde Logroño se dirigía a Burgos, girando en Palencia hacia el sur, atravesando Valladolid, Segovia y Ávila, para encontrarse con la cañada leonesa en Béjar.
  • Partiendo también desde Logroño, iba hasta Soria y Sigüenza, bordeando después el sur del Guadarrama hasta Gredos. Algunos ramales cruzaban lugares como Berrocalejo, Puente del Arzobispo, Montalbán.

Manchega: desde la sierra de Cuenca, partiendo incluso de las inmediaciones de la aragonesa Albarracín, atravesaba la Mancha por Alcázar de San Juan, para bifurcarse a su vez en Socuéllamos en dirección a Murcia y Andalucía.

miniatura de David pastoreandoEstas asambleas se reunían dos veces al año para elegir cargos, dirimir contenciosos, elaborar leyes relativas al tránsito y recaudación de impuestos, etc. - en otoño en el sur, en lugares como Villanueva de la Serena, y otra al norte, en primavera, en lugares como Ayllón; de hecho, en Segovia quedan numerosos restos de las fincas en las que se procedía al esquileo estival -.

Cada cuadrilla elegía a dos alcaldes de cuadrilla, los cuales actuaban como jueces. En caso de no quedar conforme alguno de los litigantes con la sentencia, se podía apelar al llamado alcalde de alzada.

Los procuradores, por su parte, se encargaban de las cuestiones fiscales, fundamentalmente de la recaudación de impuestos e inspección para evitar fraudes, tarea en la que eran ayudados por los receptores.

Los contadores, por su parte, se dedicaban a tareas contables y de administración de los recursos fiscales recaudados por los anteriores o ganancia resultado de la venta de ganado perdido o sin dueño (mostrenco).

La representación del Honrado Concejo estaba a cargo del Alcalde Entregador Mayor, designado por el rey. Auxiliado por los Alcaldes entregadores, su tarea consistía fundamentalmente en inspeccionar en nombre del monarca el buen funcionamiento de la Mesta, si bien, podían actuar como jueces, ostentando jurisdicción civil e incluso penal. En el año 1500 se crea el presidente del Honrado Concejo, cargo ocupado por el miembro más antiguo del Consejo Real, en lo que no es sino una manifestación del fortalecimiento del poder regio impulsado durante el reinado de los Reyes Católicos.

Aunque para ser representante era preciso poseer un mínimo de 150 cabezas de ganado, para ser miembro de la Mesta no se requería poseer un alto número de cabezas, por lo cual, el Honrado Concejo estaba formado por un alto porcentaje de pequeños y medianos propietarios con voz y voto. Sólo los no avecindados en las sierras del Duero y noroeste de la submeseta sur, quedaban excluidos de ambos derechos, cosa que solucionaban "abriendo casa" en la sierra.

La Mesta se constituía en un gremio privilegiado, destacando de entre estos privilegios, el establecimiento de tasas máximas de arriendo de dehesas y pastos, medidas de presión conjunta e incluso cierta capacidad legislativa otorgada por el propio Alfonso X, al dar valor de ley aquellas decisiones tomadas en la asamblea de ganaderos relativas a su negocio.

Impacto de la Mesta

La Mesta no deja de presentar los rasgos de un gremio, en este caso de ganaderos dedicados a la trashumancia. Es por ello que disfruta de una serie de privilegios y salvaguardias frente a la competencia - el ganado estante - u otros sectores económicos - la agricultura o la industria -.      Las causas que explican el éxito de esta institución implican muchas variables que no han sido completa ni satisfactoriamente explicadas, pero quizás la clave de dicho éxito se basa en la propia asociación de los pequeños, medianos y grandes ganaderos transhumantes de amplias zonas de la Corona, que conectan o convergen en sus intereses con algunas ciudades como aquellas en las que se celebran ferias internacionales - Medina del Campo -, centros comerciales y financieros vinculados al comercio exterior como Burgos, o puertos de exportación como Laredo o Fuenterrabía.

Así, las áreas agrícolas o concejos afectados por los privilegios de la Mesta, al no ser capaces de conectar sus intereses con otras áreas, concejos o sectores, solían tener reveses en sus contenciosos con el Honrado Concejo. Incluso los ganaderos estantes, aún estando también vinculados al comercio internacional, no lograban las ventajas conseguidas por la Mesta, dado su aislamiento - no tanto su debilidad, dado que el porcentaje de ganado estante era, quizás mayor que el de ganado trashumante en el conjunto del ganado lanar castellano -. Sólo cuando la decadencia de la industria castellana y del comercio internacional afecte a los concejos, o cuando el incremento de la población implique una presión roturadora de tierras para el cultivo - como el producido en la segunda mitad del S. XVI -  el apoyo gubernamental a la actividad agrícola - como ocurre a lo largo del S. XVIII - lleve a diversos sectores a converger en sus intereses contra la Mesta, ésta será testigo de repetidos y contundentes fallos en su contra.

No obstante, si bien a los ganaderos de la Mesta les resultaba muy rentable el comercio con Flandes y, en consecuencia, mantener el flujo con las industrias de aquel país en detrimento de las castellanas, si bien es cierto que el volumen de lana dirigido a la exportación pudo dejar desabastecidas las industrias textiles castellanas en la cantidad o la calidad del vellón, el fracaso de la industria textil castellana, atribuido durante mucho tiempo a la Mesta, se debió más bien, a la abrumadora presión fiscal ejercida a lo largo de todo el proceso productivo, desde el esquileo al tintado y la comercialización, que implicaba el encarecimiento de la pieza castellana y hacía más atractiva la adquisición de una más barata y además, de mayor calidad, pieza flamenca.

El fin de la Mesta

Si bien a lo largo del S. XVIII la Mesta sufrirá duros ataques, como gremio que al fin y al cabo era, el Honrado Concejo dejará de existir con el advenimiento del liberalismo en España, y más concretamente en virtud de la Real Orden de 31 de enero de 1836, convirtiéndose, como ocurrió con otros gremios como el de tejedores, en asociación.  Desde un punto de vista jurídico, la Mesta dejaba de existir en 1836, pero desde un punto de vista socio-económico, la aparición y demanda de lanas sajonas en los años veinte y treinta del siglo XIX, supuso un implacable quebranto para la institución, lo cual condujo a la aniquilación de todo vestigio de esta importante actividad.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana)


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