Biografía, obra y pensamiento de Santo Tomás de Aquino
Trayectoria vital de Santo Tomás de Aquino
Vida y biografía
La
vida de santo Tomás de Aquino, uno de los pensadores
más importantes de la Edad Media, estuvo dedicada íntegramente
al estudio, a la redacción de numerosos escritos y a la docencia,
lo cual queda reflejado en la iconografía del santo, que
le representa casi siempre sosteniendo un libro abierto, como puede
verse en las pinturas de fray Angélico, Simone Martini o
Francesco Traini, entre otros.
Las fuentes históricas disponibles para conocer la vida de aquel fraile dominico y profesor universitario son, fundamentalmente, tres biografías de principios del siglo XIV, escritas por Guillermo de Tocco, Bernardo Guido y Pedro Calo, y la documentación relativa a su proceso de canonización (celebrado en Nápoles y Fossanova, entre 1319 y 1321).
A través de esas fuentes, sabemos que santo Tomás nació hacia 1225 en el castillo de Roccasecca, situado cerca de Aquino, en el reino de Nápoles. Landolfo, su padre, pertenecía a una noble familia de origen lombardo, y era el señor de Roccasecca, lugar que, por su ubicación, sufrió los conflictos existentes entre el Papado y el emperador Federico II. Casado con Teodora Teate, hija de los condes de Chieti, tuvieron al menos nueve hijos. El menor de los varones fue santo Tomás. Cuando tenía cinco años, Tomás ingresó como oblato en el monasterio benedictino de Montecassino para hacer sus primeros estudios.
En
1239, tras la ocupación del monasterio por las tropas del
emperador, santo Tomás, que ya contaba con catorce o quince
años, fue enviado al monasterio benedictino de San Demetrio
en Nápoles. En esta ciudad, además de proseguir sus
estudios, conoció a algunos frailes dominicos, entre ellos,
Juan de San Giuliano, con quienes trabó una gran amistad,
lo cual fue un hecho decisivo en la vocación dominica del
santo. Así, a principios de 1244, poco después de
la muerte de su padre, Tomás ingresó en la Orden de
santo Domingo. En ella, el estudio jugaba un papel fundamental pues
establecía que el fin último de los frailes era conseguir
la salvación de las almas a través de la predicación
y, para ello, el estudio se convertía en una obligación,
en un elemento integrante de la vida religiosa.
Parece
que su entrada en la orden dominica no gustó a su familia,
que siempre había pensado que Tomás llegaría
a ser abad de Montecassino. Además, la Orden de predicadores,
fundada por santo Domingo de Guzmán (1170-1221) hacía
apenas 24 años, contaba aún con poco prestigio e influencia.
En este contexto, se explica el episodio de su secuestro y tentación,
representado en pinturas como Tentaciones de Tomás de
Aquino (1631) de Diego Velázquez. Tomás fue recluido
por sus hermanos y su madre en el castillo familiar de Montesangiovanni.
No obstante, durante el casi año y medio en el que estuvo
custodiado, la vocación dominica del Aquinate, nombre por
el que también se conoce a santo Tomás, no hizo sino
reafirmarse.
Una
vez libre, en 1246, Tomás acompañó al maestro
general de la Orden, Juan el Teutónico, al capítulo
general de la misma que se iba a celebrar en París. En esta
ciudad, en la que permaneció desde 1246 a principios de 1248,
además de terminar el noviciado que había empezado
en Nápoles, continuó sus estudios en la facultad de
Artes de la Universidad de París y empezó los de Teología
en el convento de Saint-Jacques. Estudió bajo el magisterio
de san Alberto Magno, a quien acompañó a Colonia en
junio de 1248.
En Colonia asistió a los cursos de Alberto Magno sobre Los nombres divinos de Dionisio Areopagita, y sobre la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Además, se inició como profesor pues fue bachiller o cursor bíblico. Es probable que asistiera a la ceremonia de inicio de los trabajos de construcción de la catedral gótica que tuvo lugar el 14 de agosto de 1248. Aquel fue el lugar destinado a albergar las reliquias de los Reyes Magos y, quizás por haber vivido aquellos momentos, Tomás dedicó a éstos varios artículos de su Suma Teológica.
En
el año 1252 el maestro general de la orden, Juan el Teutónico,
escribió a san Alberto para que le recomendara a uno de sus
discípulos para ocupar la vacante de bachiller en la cátedra
de Teología de extranjeros de la Universidad de París,
la cual regentaban los dominicos. Tomás fue nombrado profesor
bachiller sentenciario y permanecerá allí cuatro años.
Cuando llegó a la Universidad de París se encontró con un ambiente de agitación y tensión entre profesores seculares y regulares en el que los primeros exigían que los frailes abandonasen las cátedras que tenían. El clima de enfrentamiento llegó a ser tal que el rey Luis IX tuvo que proteger el convento dominico de posibles ataques con una guardia de arqueros. El principal opositor a los mendicantes era Guillermo de Saint-Amour, quien fue respondido por el franciscano San Buenaventura en La perfección evangélica, y por santo Tomás, quien, ya promovido a maestro de Teología, en abril de 1256, escribe el opúsculo Contra los que impugnan el culto divino y la religión. En ella defendía el derecho de los religiosos a enseñar, a pertenecer al claustro de maestros de la Universidad, a predicar, a oír confesiones y a vivir de limosnas. El conflicto finalizó en octubre de 1256 con una bula de Alejandro IV que condenaba la obra de Saint-Amour (Sobre los peligros de los novísimos tiempos), y con su destierro de París. Así, en 1257, santo Tomás y san Buenaventura pudieron incorporarse al claustro de la Universidad, aunque ya ambos enseñaban desde hacía tiempo en su cátedra.
Durante
estos años tan conflictivos preparó la obra Escrito
sobre los cuatro libros de las Sentencias del maestro Pedro Lombardo,
el mejor compendio de toda la síntesis filosófica
tomista. También escribió importantes opúsculos:
Sobre el ente y la esencia, que contiene lo esencial de la
metafísica tomista (1250-1256), Sobre los principios de
la Naturaleza (1255) y Sobre la naturaleza de la materia
y las dimensiones indeterminadas (1252-1256). Escribe también
ahora Cuestiones disputadas sobre la verdad (1256-59), donde
se encuentran sus principales tesis sobre la teoría del conocimiento
y sobre la autoconciencia existencial del propio ser. Además,
comenzó la redacción de la Suma contra los gentiles,
a petición del dominico catalán Raimundo de Peñafort,
para que sirviese de manual de apologética a los frailes
que estaban en mayor contacto con los musulmanes.
En 1259 regresa a Nápoles acompañado
de su amigo y secretario, Reginaldo de Piperno, quien le acompañará
hasta su muerte. En Italia estuvo diez años como predicador
general y profesor. En el convento de Santo Domingo de Nápoles,
Tomás pudo terminar, en 1264, la Suma contra los gentiles,
cuya redacción ya había comenzado en París.
En 1261 se celebró en Orvieto el capítulo provincial
de la Orden de la provincia romana. Era el primero al que santo
Tomás asistía como predicador general. En él
fue nombrado lector del convento dominico de Orvieto, ciudad en
la cual entablará una gran amistad con el papa Urbano IV,
quien le hizo varios encargos:
Los
cuatro años que pasó en Orvieto fueron muy fecundos
en producción escrita. Además de las obras ya citadas,
escribió varios opúsculos y comentarios, como la Exposición
al libro sobre los nombres divinos del seudo Dionisio, en el
que incorporó muchos elementos neoplatónicos a su
síntesis filosófica teológica aristotélica.
En 1265, tras cuatro años de magisterio en Orvieto, recibió el encargo de abrir un estudio provincial en Roma. El lugar elegido fue el convento de Santa Sabina, donde había vivido santo Domingo. Como maestro regente en Teología, una de las novedades que introdujo en el colegio de Roma fue la celebración de disputas. Se conservan muchas de ellas como Cuestiones disputadas sobre el mal (1266-67), una respuesta al maniqueísmo cátaro.
Por otro lado, las deficiencias que encontró en las Sentencias de Pedro Lombardo, obra clásica para la enseñanza de teología, le llevaron a pensar en la preparación de una nueva obra que fuera más sistemática. Así, comenzó en estos años de 1265 a 1267 la Suma teológica, su magna obra. Trabajó en ella hasta el final de su vida pero no llegó a terminarla. La obra tiene tres grandes partes, dedicadas, respectivamente, a Dios en sí mismo; Dios como creador de todas las cosas espirituales y materiales, y Dios como fin de todo lo causado.
En 1267, el capítulo general de la Orden reunido en Bolonia, decidió que hubiera un prior y un lector de prestigio en el convento de Viterbo, por ser la residencia de la corte pontificia, y santo Tomás fue designado para tal cargo. En Viterbo pudo terminar la primera parte de la Suma y empezar la segunda. Trató, además, con el dominico flamenco Guillermo de Moerbeke, quien le facilitó traducciones latinas de las obras de Aristóteles. Es éste un período decisivo en el que ya predomina en su pensamiento el aristotelismo y comienza a comentar sus obras, empezando por la Ética a Nicómaco.
En estos años, la Universidad de París, se había vuelto a convertir en un foco de conflictos en el que santo Tomás encontró, a su regreso en 1269, tres frentes abiertos. Por un lado, se reanudan los enfrentamientos entre el clero secular y el regular. Los maestros seculares antimendicantes, ahora llamados gerardinos por su principal representante, Gerardo de Abbeville, ejercían una férrea oposición a la presencia de miembros de las órdenes mendicantes en la Universidad. Santo Tomás les respondió, en 1269, con La perfección de la vida espiritual y Contra los que retraen.
Además, surge en la Universidad de París un nuevo conflicto provocado por la aparición y difusión de las doctrinas averroístas, opuestas a la escolástica clásica. Para Averroes, comentador de las obras de Aristóteles, la filosofía era un saber superior al religioso. Negaba también la inmortalidad personal del alma. Estas tesis fueron aceptadas por los maestros seculares de la Facultad de Artes, surgiendo así lo que se conoce como averroísmo latino. Frente a él, santo Tomás acudió a los textos de Aristóteles, creyendo que habían sido mal interpretados por Averroes. Así, se enfrentó a la tesis averroísta de la existencia de un único intelecto para todos los hombres en Sobre la unidad del entendimiento contra los averroístas (1270) y estableció una relación armónica entre fe y razón.
Santo
Tomás todavía tuvo que actuar en un tercer frente:
la pugna entre la tradición agustina, defendida por los franciscanos,
y el aristotelismo de los dominicos. Sufrió la oposición
del grupo de profesores que seguía la escolástica
tradicional, basada en las enseñanzas de san Agustín
y la filosofía platónica. Atacaban a santo Tomás
porque admitía y utilizaba la filosofía aristotélica,
aunque depurada de las interpretaciones averroístas. Este
grupo agustiniano, que luchaba contra el averroísmo y contra
el tomismo, estaba constituido por un numeroso grupo de discípulos
de san Buenaventura, siendo su principal adversario el franciscano
inglés Juan Peckham (1235-1292).
Sin embargo, las luchas universitarias no le impidieron continuar escribiendo. De hecho, los tres años y medio que estuvo en París fueron los más productivos de su vida. Es el período más activo y original, en el que sigue predominando el aristotelismo, aunque fusionado con elementos neoplatónicos. Comenzó la segunda sección de la segunda parte de la Suma Teológica, dedicada a cada una de las virtudes y sus correspondientes vicios, y se propuso otra magna tarea, la de comentar toda la obra de Aristóteles.
En la primavera de 1272, santo Tomás y fray Reginaldo abandonaron París para regresar a Italia. El capítulo general de los dominicos de aquel año había aprobado la fundación de una nuevo estudio general de la Orden en Nápoles y santo Tomás fue nombrado maestro regente de Teología en la Universidad de esa ciudad. Regresaba así a la ciudad de su adolescencia. Entre sus numerosos alumnos se encontraba Guillermo de Tocco, autor de su primera biografía y promotor del proceso de canonización.
Inicia ahora la tercera parte de la Suma, dedicada a Jesucristo pero nunca la terminó. Lo restante de este tratado será preparado por Reginaldo de Piperno y se conoce con el nombre de Suplemento.
El
6 de diciembre de 1273, a partir de una visión mística,
santo Tomás interrumpe definitivamente su actividad como
escritor. Tomás había decidido no volver a coger la
pluma ni a dictar, como solía, a su secretario Reinaldo de
Piperno. Un silencio misterioso, que ocupó los últimos
meses de su vida y que recuerda a aquel otro silencio al que aludían
sus compañeros de estudios cuando le apodaron "el buey
mudo", mutus bos. La muerte le sobrevino poco después,
cuando se dirigía al II Concilio ecuménico de Lyon,
convocado por el papa Gregorio X. El 7 de marzo de 1274 moría,
en la abadía cisterciense de Fossanova, el que será
proclamado doctor de la Iglesia. En 1369 Urbano V ordenó
que su cuerpo fuese trasladado al convento dominico de los Jacobinos
de Toulouse, primer convento de la orden, fundado por santo Domingo
en 1215.
Obra y pensamiento de Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino fue uno de los autores más prolíficos de la Edad Media y, desde luego, el autor del que más trabajos se conservan. Su ingente obra puede dividirse en cinco clases de escritos: comentarios bíblicos, comentarios filosóficos o teológicos (sobre Aristóteles, Boecio, etc.), cuestiones disputadas, opúsculos sobre temas diversos y las dos sumas, Suma contra los gentiles y Suma teológica.
Su obra y su legado, que se ha denominado tomismo, es esencialmente aristotélico aunque aparecen también muchos elementos agustinianos y, por tanto, platónicos. En ella están presentes casi todas las principales preocupaciones del pensamiento filosófico y teológico medieval:
La relación entre razón y fe
La postura de Tomás de Aquino es un intento de encontrar una conciliación entre ambas. En primer lugar, establece una clara distinción entre ellas: la razón solo puede conocer de abajo arriba a partir de los datos de los sentidos; en cambio, la fe conoce de arriba abajo, a partir de la revelación divina. A continuación establece la idea de no contradicción entre fe y razón: las verdades racionales y las verdades de fe no pueden estar en contradicción pues la verdad es una sola. No obstante, distingue dos tipos de verdades: las naturales o racionales, que son proporcionadas por la razón humana, y las sobrenaturales, que son reveladas por la fe. Santo Tomas cree que hay ciertas verdades que sobrepasan la capacidad de la razón humana y que solo se alcanzan mediante la fe, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Pero hay otras que sí pueden ser alcanzadas por la razón natural, como es la existencia de Dios. Dios ha revelado algunas de esas verdades que la razón puede conocer por sí sola. Estas verdades son llamadas preámbulos de la fe, que sólo pueden ser conocidas por unos pocos hombres, y no sin errores y dudas, para distinguirlas de los artículos de la fe, aquéllos que no son cognoscibles por la razón natural.
También distingue un doble orden de conocimiento, el filosófico y el teológico que difieren por sus objetos: lo alcanzable por la razón natural y los misterios escondidos de Dios, respectivamente. La coincidencia entre la fe y la ciencia, la teología y la filosofía, está en la certeza. La distinción y la primacía de la fe sobre la razón no implica un conflicto entre ambas, porque hay una única verdad. La fe está por encima de la razón y, sin embargo, no es posible una verdadera disensión entre ellas. Admitirla supondría atentar contra la unidad de la verdad. Por tanto, santo Tomás, a diferencia del averroísmo, establecía una relación armónica entre razón y fe, adaptando así el aristotelismo al pensamiento cristiano. La filosofía y la teología deben colaborar en su común búsqueda de la verdad, aunque por caminos distintos. Por tanto, para él, no era posible la absoluta independencia de la teología y la filosofía que se postulaba en el averroísmo.
La existencia de Dios
Para santo Tomás, por tanto, la existencia de Dios no es un artículo de fe sino un preámbulo de la fe que se puede demostrar mediante el empleo de la razón. Así, demuestra la existencia de Dios a partir de la existencia real de cosas cuya propia existencia solo se explica como efecto de una única causa. Se trata de una demostración a posteriori, es decir, lo anterior se explica por lo posterior, la causa se explica por sus efectos. Formuló, de este modo, cinco vías para demostrar la existencia de Dios a partir del principio de que todo lo que sucede tiene una causa. Se trata del principio aristotélico de causalidad: todo lo que se mueve es movido por otro pero tiene que haber una primera causa que no es causada: Dios. Las cinco vías que utilizó santo Tomás para explicar la existencia de Dios son las siguientes:
Esencia y existencia
Sin embargo, Tomás de Aquino no acepta el aristotelismo en su integridad. Así, maneja también conceptos ajenos a él como es la distinción esencia-existencia. Según santo Tomás la esencia sería aquello por lo que algo es lo que es, independientemente del hecho de que exista o no. La esencia puede existir o no existir, es mera posibilidad de existencia. Por tanto, las esencias son contingentes, por lo tanto, pueden o no suceder, no son necesarias. Si las esencias no coinciden con su existencia, no existen necesariamente: han debido recibir la existencia de Dios, el cual es libre para crear o no crear.
Concepción del hombre
Santo Tomás adopta la concepción aristotélica del hombre pero introduce importantes modificaciones para adaptarla al cristianismo. Frente al dualismo platónico, en que se inspira la corriente agustiniana, afirma que el hombre es una sola substancia compuesta de cuerpo y alma.
El conocimiento
La doctrina tomista del conocimiento parte también del modelo aristotélico: cree que hay un entendimiento agente, encargado de elaborar conceptos universales o ideas a partir de la imagen que proporcionan los sentidos, y un entendimiento paciente encargado de retener los conceptos que le proporciona el agente. Pero, a diferencia de los que pensaban Siger de Brabante y otros averroístas, Tomás de Aquino no considera que estos entendimientos sean eternos, únicos y comunes a todos los hombres y que, por tanto existan separados del individuo. Para santo Tomás el hombre individual es quien realiza la actividad abstractiva y quien conoce porque, de otra manera, la individualidad del hombre quedaría reducida puramente a lo corpóreo, negándose así, la inmortalidad personal de su alma.