Castillo de Molina de Aragón
Introducción
La
villa de Molina de Aragón se sitúa en el extremo oriental
de la provincia de Guadalajara, a unos 140 kilómetros de la
capital y prácticamente lindante con los territorios aragoneses
de Zaragoza y Teruel.
Con sus aproximadamente 3700 habitantes, pese a su apartada situación, se trata de una de las poblaciones más relevantes de Guadalajara, cabecera comarcal e importante centro de servicios.
Además, Molina de Aragón constituye un conjunto histórico de indudable valor artístico y monumental, ofreciendo al visitante una encantadora estampa con su casco urbano, cuajado de monumentos religiosos y civiles, coronado por la incomparable silueta de su castillo y la llamada Torre de Aragón.
Breve aproximación histórica
Resulta
del todo imposible entender la historia de Molina de Aragón
sin conocer los distintos sucesos acontecidos en torno a su castillo,
a partir del cual y gracias a la protección que ejercía,
surgió y se desarrolló la villa molinesa.
Pese a tratarse de un territorio bastante yermo y de escaso desarrollo durante la Alta Edad Media, su estratégica posición dominando el valle del río Gallo y ejerciendo de atalaya natural entre los fronterizos territorios castellanos y aragoneses, motivó que, una vez desgajado el Califato de Córdoba, una serie de reyezuelos establecieran su pequeña corte taifa en estas tierras de Molina, levantando entre los siglos X y XI una primera fortaleza sobre los restos de un castro celtíbero.
Entre la nómina de reyezuelos que gobernaron la Taifa de Molina, destaca por encima de todos Ibn Galbún, en quien, muy posiblemente, se inspirase el personaje de Abengalbón, fiel amigo y anfitrión de Rodrigo de Vivar durante su camino hacia el destierro en el Cantar de Mío Cid.
No
sería hasta 1129 cuando el monarca aragonés Alfonso
el Batallador reconquistase la actual Molina, extendiendo ventajosos
fueros con el fin de facilitar la repoblación cristiana de
tan conflictivo territorio.
Desde su conquista, Molina fue cedida en Señorío a la entonces influyente casa castellana de Lara, gozando durante varios siglos de un alto grado de independencia e, incluso, llegando a mediar en los frecuentes desencuentros políticos entre los reinos de Castilla y Aragón.
Tras
la muerte de Doña Blanca de Molina, quinta señora de
Lara, el señorío pasaría a anexionarse definitivamente
a castilla tras el casamiento entre su hija, María de Molina,
y el monarca castellano Sancho IV.
A lo largo de la Edad Moderna, e incluso en fechas más recientes, el castillo de Molina de Aragón tendría también su grado de protagonismo, como por ejemplo en las Guerras Carlistas o en la propia Guerra de la Independencia. Fue declarado Monumento Nacional en 1931.
El castillo
El castillo de Molina de Aragón es, por sus dimensiones, el más grande de la provincia de Guadalajara, componiéndose el conjunto de un primer cinturón amurallado -conocido como albacara o cinto- y la propia alcazaba primero árabe y después cristiana.
Completan
la nómina de fortificaciones molinesas la muralla urbana, hoy
bastante perdida, y la conocida como "Torre de Aragón",
a escasos metros de la fortaleza coronando un cerro contiguo.
La albacara exterior, conocida popularmente como "el cinto", presenta una planta irregular que, a lo largo de la ladera sur del teso en el que se acomoda la fortaleza, abraza un perímetro de nada menos que ochocientos metros.
Las
murallas, erigidas a base de sillares de arenisca rojiza, mampuesto
y ladrillo, quedaban rodeadas en origen por un foso y un puente levadizo,
siendo el recinto accesible a través de una puerta principal
ubicada en su costado occidental y flanqueada por dos potentes torreones,
uno de ellos llamado Torre del Reloj.
Contaba además el cinto con un acceso en su costado sur conocido como Puerta de Caballos, concebida en recodo con finalidad defensiva, y una tercera en el lienzo de levante denominada Puerta del Campo.
Al interior del cinto, pese a su notable deterioro, se conservan varios restos de equipamientos que vienen a demostrar como, en su momento, albergó todo un barrio.
En ese sentido, además de los restos de una primitiva torre musulmana, algún aljibe y una sima natural de funcionalidad desconocida llamada Cueva de la Mora, se conservan los cimientos de un pequeño templo románico de nave única rematada en un ábside semicircular bajo la advocación de Santa María del Collado.
El
recinto interior o alcazaba se acomoda en el ángulo nororiental
del cinto o albacara, presentando una planta trapezoidal definida
por potentes muros almenados y torreones defensivos comunicados todos
entre sí mediante un adarve o camino de ronda aún practicable.
En los aproximadamente ochenta por cuarenta metros que mide el recinto, consta la existencia de hasta ocho torres, de las cuales, dos han desaparecido completamente; habiendo pues llegado a nuestros días cuatro en buen estado y dos en ruinas.
A
través de una puerta de vano apuntado abrazado por un arco
mayor entre dos torretas de planta cuadrangular se accede a lo que
vendría ser el patio de armas con su correspondiente aljibe,
a cuyo costado norte se acomodarían las estancias principales
y residenciales, mientras que al sur se habilitaban las cuadras y
caballerizas.
De las cuatro torres conservadas en su totalidad, la situada al norte es conocida como Torre de los Caballeros o Torre Cubierta, debido este último apelativo a su peculiar cierre a dos aguas que sustituyó a sus almenas originales.
A
continuación, justo en el ángulo que conforman los lienzos
oeste y sur se eleva la Torre de Veladores, desde la que es posible
acceder primero a la Torre de Armas y, a continuación, a la
Torre del Homenaje o de Doña Blanca.
Fruto de las diversas reformas de las que fue objeto la fortaleza a lo largo de los siglos, siendo de destacar las acometidas durante el tiempo en que fue señora del mismo Blanca de Molina, varias torres conservan interesantes estancias con diversos abovedamientos (cañón apuntado, crucería, etc.), restos de pinturas murales, y ventanales.
Muy
interesantes son los belvederes de estética gótica desde
los que es posible observar tanto el casco urbano como amplísimos
panoramas de los alrededores.
La Torre de Aragón
A pocos metros del castillo de Molina, coronando un cerro a altura ligeramente superior, se conserva una segunda fortificación popularmente conocida como la Torre de Aragón.
Erigida sobre los restos de un castro celtíbero, se trata de una torre vigía de origen musulmán y planta pentagonal rodeada por un potente cerco amurallado y almenado considerablemente reformado.
La torre, construida con materiales y aparejo similares a los del castillo, fue concebida en tres pisos marcados al exterior cada uno de ellos por sus correspondientes ventanales, rematándose en su parte superior por un aterrazamiento también almenado.
En
origen, el castillo de Molina y la Torre de Aragón se comunicaban
entre sí a través de una red de pasadizos subterráneos
hoy desaparecidos.
(Autor del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)