Guía del Convento de Santa Clara la Real de Toledo
El Convento de Santa Clara la Real de Toledo es una de esas joyas poco conocidas que atesora la ciudad de Toledo y que aconsejamos visitar a todos los amantes del arte y la historia.
La entrada cuesta tan sólo 3,00 euros y a cambio podremos saborear un buen pedazo de nuestra historia artística, religiosa e histórica.
Es visitable todos los sábados en un amplio horario, pero también se puede acceder en otros momentos si se acuerda con la portería del convento. El teléfono del portero para concretar visitas y para poder acceder es: 640239857.
Breve historia del Convento
El Convento de Santa Clara la Real se ubica al norte del casco antiguo de Toledo, en una zona donde convive con otros importantes cenobios como Santo Domingo el Real, las Comendadoras de Santiago, el Convento de las Capuchinas, etc.
Fue declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento, el 23 de enero de 1981, por los siguientes motivos:
Hay constancia de que ya a mitad del siglo XIII había monjas clarisas franciscanas (seguidoras de Santa Clara de Asís) que en aquella época todavía eran denominadas "damianitas" por haber sido su primera fundación en la iglesia de San Damián, cerca de Asís. Se establecieron extramuros de la ciudad toledana.
A mediados del siglo XIV, una dama de la nobleza llamada María Meléndez va a impulsar con sus bienes la fundación de un nuevo convento dentro de las murallas. Para ello va a ceder sus casas principales situadas alrededor del llamado Patio del Naranjo.
En 1371, el papa Gregorio XI autorizó esta fundación exigiendo dotar de recursos económicos a la nueva comunidad para poder albergar a una treintena de monjas.
Muy poco después van a profesar en este convento -llegarán a ser abadesas- dos infantas, hijas ilegítimas del rey Enrique II de Castilla (Enrique de Trastámara): Inés e Isabel Enríquez por lo que el convento pasó a llamarse de "Santa Clara la Real".
El convento compró durante la Baja Edad Media algunos edificios anexos para poder atender el crecimiento de la comunidad.
Durante todos estos siglos, Santa Clara la
Real de Toledo ha sido un Convento de Clausura que ha visto pasar
un sinfín de acontecimientos desde el interior de sus claustros
y estancias.
En los últimos tiempos las monjas clarisas se mantenían
de lo que producían sus manos en la manufactura de telas
tanto con máquinas de punto como bordando a mano y también
en la encuadernación de libros.
Hace muy poco tiempo, las pocas monjas que permanecían se trasladaron al convento de Madridejos y decidieron permitir la visita turística de la iglesia, el coro, el Claustro de los Laureles, el Patio del Naranjo, la sala capitular y la sala de profundis.
Igualmente, se tiene la esperanza de que nuevas monjas jóvenes y emprendedoras se hagan cargo de nuevo del cenobio.
Arquitectura
Iglesia
La Iglesia conventual se construyó a finales del siglo XIV y comienzos del XV aunque con reformas posteriores. Es muy amplia, especialmente llama la atención su anchura. Se compone de dos naves rectangulares paralelas de distinta altura, comunicadas por un arco apuntado. Existen dos rosetones gótico-mudéjares y las citadas naves conservan techumbres de par y nudillo (también mudéjares), una de ellas decorada con elementos vegetales, epigráficos, heráldicos y hasta mocárabes.
Se conservan importantes obras de arte de Jorge Manuel Theotocópuli, Luis Tristán, Diego de Aguilar, Pedro de Cisneros o Juan Bautista Monegro.
En la nave meridional encontramos un buen sepulcro gótico de mármol correspondiente a Juan de Morales, deán de la catedral de Sevilla, canónigo de la catedral de Toledo y arcediano de Guadalajara. En la pared sur, existe un arcosolio con los sarcófagos de sus padres.
En la nave septentrional, la obra más importante es el retablo del siglo XVII en que participaron varios artistas, entre ellos el pintor Luis Tristán, el principal discípulo del Greco. Sus lienzos están dedicados a algunos pasajes de la vida de la Virgen y de Cristo. La hornacina central del retablo presenta una escultura de bulto redondo de Santa Clara, vestida de monja abadesa con un báculo y su símbolo iconográfico: el Ostensorio o Custodia.
Coro
A los pies de la iglesia y separado de la misma por una reja conventual está el coro donde oraban y cantaban las monjas. Era un espacio contemporáneo a la iglesia, de época bajomedieval, pero fue muy reformado en el siglo XVIII. Es un verdadero museo de arte con obras escultóricas, pictóricas, orfebrería, etc.
De época gótica se conserva en una de las esquinas parte de las pinturas murales que, en este caso, representan a San Miguel pesando las almas de los fallecidos (Psicostasis) a cuyos pies, en actitud orante, están representadas las infantas Inés e Isabel.
A su izquierda hay una imagen de madera de tamaño natural de Cristo crucificado con tres clavos, también gótico, que al parecer perteneció a las citadas infantas por lo que así se denomina: "Cristo de las Infantas".
La sillería de madera fue realizada a finales del siglo XVI. Los asientos están flanqueados por pilastras jónicas que apean sobre dinteles con querubines. Sobresale en el centro la silla prioral, ricamente tallada, cuyo respaldo aparece decorado con un Agnus Dei.
El retablo principal que preside el coro fue realizado ya en el siglo XVIII. A los pies del mismo, directamente en el suelo, se ubican cuatro desgastadas laudas de pizarra del siglo XV, dos de las cuales son las tumbas de las infantas doña Inés y doña Isabel.
En el centro de la sala (no es su ubicación original) se localiza el sepulcro exento, de alabastro, del fraile franciscano don Juan Enríquez, Confesor del rey Enrique III, Provincial de la Orden franciscana en Castilla, Obispo de Lugo y visitador del convento. Realizado entre 1410 y 1418 probablemente en el taller del toledano Ferrand González.
La figura se dispone sobre una cama posada sobre lomos de leones que sostienen entre sus garras figuras humanas. El religioso va vestido con ropa episcopal y el cordón franciscano. A los pies figura un perro que vuelve la cabeza hacia su amo (símbolo de fidelidad a Cristo). El alabastro conserva importantes restos de la primitiva policromía.
Claustro de los Laureles
El Claustro de los Laureles se ubica al norte de la iglesia conventual de Santa Clara la Real. Es un patio mudéjar de los siglos XIV y XV, cuya tipología debió ser muy habitual en Toledo, pero de la que sólo queda este ejemplar. Es cuadrado y con dos pisos. El inferior comunica las pandas con el patio mediante grandes arcos de herradura con alfices sobre pilares, todo hecho con ladrillos enfoscados y enlucidos.
Las zonas bajas de los muros perimetrales van revestidas de azulejos talaveranos del siglo XVI.
Las cuatro alas del claustro van cubiertas
con un alfarje plano de madera con escudos de las infantas, de
su padre el rey Enrique II, de Fernando de Antequera y de fray
Juan Enríquez.
En una de las esquinas se descubrió hace unos años
una pintura mural del siglo XV con la escena de la Imposición
de la casulla de la Virgen a San Ildefonso, en presencia de Santa
Elena (con la cruz y los tres clavos) y las santas toledanas Santa
Leocadia y Santa Casilda.
Patio del Naranjo
Se ubica al nordeste del Claustro de los Laureles. Es de planta rectangular y tiene dos puertas mudéjares de doble vano con arcos de herradura con mainel central.
Sala capitular
Se accede por el costado meridional del Patio del Naranjo. Es muy interesante porque consta documentalmente que en 1395 el convento adquirió una casa islámica del alfaquí (doctor en la ley musulmana) Hamete Xarrafi. Este palacio fue convertido en la sala capitular, si bien las transformaciones seculares lo han desdibujado.
Dentro, hay otro arco de herradura geminado, con una columna musulmana como parteluz cuyo capitel se ha fechado en el siglo X, en época del Toledo califal.
Sala de Profundis
Esta sala rectangular de gran altura está
cubierta con una bella techumbre de madera decoración de
elementos vegetales, roleos y dibujos geométricos sencillos.
También aparecen arcos lobulados entrelazados y abundante
decoración epigráfica de influencia almohade.