Guía del Convento de San Francisco de Morella (Castellón)
Introducción
El Convento de San Francisco de Morella se sitúa en el acceso al imponente castillo. No está clara la fecha de fundación de este establecimiento religioso. Algunos autores indican que fue el año de conquista de la villa, en 1232, pero la mayoría lo atrasan hasta 1270 o 1272, aunque todos coinciden en que fue una fundación de Jaime I el Conquistador (1213-1276).
Parece que los jurados de Morella cedieron a la comunidad de monjes una capilla dedicada a los santos Valerio y Vicente, que se había edificado a su vez en el lugar en el que los santos habían estado presos cuando fueron trasladados desde Zaragoza a Valencia.
Las
obras debieron comenzar en el último cuarto del siglo XIII
o en los primeros años de la siguiente centuria, cuando se
documentan varias donaciones para financiarlas y vestir a los monjes.
La iglesia fue consagrada en 1390, y debió finalizarse a
comienzos del siglo XV. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII
la actividad del convento continuó sin grandes cambios, pero
en el XIX se vio afectado por la guerra de la Independencia y la
guerra Carlista, y la comunidad desapareció. En el año
1840 se produjo la exclaustración, y fue ocupado por un cuartel,
cuya actividad se prolongó hasta los primeros años
del siglo XX. A partir de esa fecha el edificio fue utilizado para
diferentes usos, y su deterioro se aceleró.
En la actualidad la iglesia se usa como sala de conciertos, y en los últimos años se ha aprobado un proyecto que prevé integrar el edificio en un Parador Nacional de Turismo. Las obras se han ejecutado de forma parcial, pero llevan varios años paralizadas por falta de financiación.
Arquitectura del Convento
Los restos más destacados del conjunto monástico son el claustro, la sala capitular, y la iglesia.
Claustro
El claustro es el elemento más antiguo. Tiene una planta irregular, y ha perdido la techumbre que cubrió sus pandas. Presenta una decoración muy sobria, característica de los edificios pertenecientes a comunidades mendicantes del primer gótico valenciano.
Se estructura por medio de arcos trilobulados que se apoyan sobre unos capiteles con unas sencillas formas prismáticas, bajo los cuáles hay unas columnas tetralobuladas con unas basas de formas similares, y que se sostienen sobre un pretil, cuya única decoración es una sencilla moldura.
Sobre estas galerías se dispuso un piso superior que se añadió posteriormente, seguramente a finales del siglo XIV o a principios del XV. Parece que en este segundo piso no existió una estructura abovedada, sino que se cubriría con una techumbre de madera sostenida, no por arcos, como en el piso inferior, sino por pilares octogonales.
Sala Capitular
La sala capitular se comunica con el claustro mediante un gran arco adovelado flanqueado por dos ventanales bíforos de medio punto con parejas de columnillas en el centro.
El espacio es de planta cuadrangular, de bastante altura y se cubre con una bóveda de crucería simple cuyos nervios se apoyan en pequeñas ménsulas situadas en las esquinas. El elemento más destacado son las extraordinarias pinturas realizadas al fresco en el siglo XV, que representan el Árbol de la Vida y la Danza de la Muerte, y que han sido recientemente restauradas.
Las pinturas de la sala capitular
Nos basamos en la descripción de la autora Ángel Franco Mata para la interpretación de esta impactante iconografía, no demasiado frecuente en España pero registrada en numerosos lugares de Europa durante la Baja Edad Media tras las calamidades de los siglos XIV y XV, especialmente de la Peste Negra y la gran mortandad que originó.
En estas pinturas puede verse, a la izquierda, una representación muy deteriorada de la rueda de la fortuna y, bajo ella, un gran sol rodeado por el cordón franciscano.
A continuación aparece una personificación de la muerte que dispara sus flechas contra el árbol de la vida.
Como describe Franco Mata:
Segura de disparo certero, de su boca sale la inscripción "Nemini parco" [no perdono a ninguno]. El árbol, de frondosa copa redonda aunque de dibujo convencional, acoge en doble nivel a dos eclesiásticos empeñados en orar con los brazos en alto y en el inferior, un numeroso grupo de civiles, cinco de ellos jugando a los dados y los restantes mirando al frente presididos por un personaje coronado: aluden al amor por la vida despreocupada y fútil.
Dicho árbol es roído en la base por dos topos o ratas, ligadas a la Peste Negra.
A su lado, se pintó una "Danza de la Muerte" en que aparece un nutrido grupo de gente, entre los que se incluyen reyes, nobles, religiosos, campesinos y artesanos, que se cogen de las manos y danzan junto a un ataúd abierto en donde reposa un esqueleto.
Bajo la misma puede verse una transcripción con notación musical cuadrada gregoriana con el primer verso, en catalán, del poema: "Morir frares nos convè, mas no sabem la hora", que también se encuentra, en latín, en el Ad mortem festinanus el Llibre Vermell de Montserrat. La función de esta notación podría ser la de servir de guía para el cántico, cumpliendo la misma función que los grandes cantorales.
La iglesia
El último elemento destacable de este edificio es la iglesia. Es una construcción característica del gótico mediterráneo, formado por una nave única, con capillas laterales entre los contrafuertes, presbiterio y cabecera poligonal. Se articula por medio de arcos diafragma, y se cubre con una estructura de madera, y bóveda de crucería en la cabecera.
Es probable que en el presbiterio hubiese un excepcional conjunto escultórico, que, a juzgar por las ménsulas y las oberturas, debía contar con 15 esculturas exentas, y que sorprende en una iglesia perteneciente a una orden mendicante. De todas ellas tan sólo se han conservado dos, correspondientes a una Virgen María y a una Virgen de la Esperanza.
Otras visitas recomendadas en Morella
La visita al Convento de San Francisco es sólo una de las numerosas opciones que Morella ofrece a los visitantes. No debemos dejar pasar la ocasión de contemplar desde la distancia su elevado castillo y el enorme y bien conservado cinturón amurallado, incluyendo sus grandes puertas monumentales.
También es ineludible la visita a la iglesia arciprestal de Santa María la Mayor, además de sus plazas, palacios, calles y el peculiar acueducto gótico que embellece el costado norte de la localidad.
(Autores del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente y David de la Garma)