Crónica e imágenes del Viaje Guiado por el Prerrománico y Románico en la Ruta de Fernán González, el 04/07/09
Éramos conscientes que teníamos que madrugar bastante para poder visitar todos los lugares previstos, ya que la distancia desde Madrid a las Tierras del Arlanza y la Sierra de la Demanda de Burgos es considerable.
Nuestros acompañantes (mucho de ellos ya viejos amigos y fieles a los Viajes Guiados de Arteguias) fueron estrictamente puntuales y pudimos comenzar el viaje a las 8:30, con ganas de ver, aprender y también de disfrutar de un bonito día en grata compañía.
Durante un rato estuvimos hablando del nacimiento del Condado de Castilla y la biografía de Fernán González, así como la repercusión de su gobierno en la política y arte castellanos de los siglos X y XI.
Luego, hicimos una breve parada con el fin de estirar las piernas y reponer fuerzas para continuar hasta Silos, que era nuestro primer objetivo.
Poco antes de llegar hablamos de los dos grandes talleres que trabajaron en el claustro bajo de este insigne monasterio. Concretamos diferencias tanto escultóricas como arquitectónicas.
Una vez en el claustro la teoría pasó a ser una viva realidad. Tiene tanto que ver y sentir este lugar que en ocasiones no sabe uno dónde dirigir la mirada.
Pero, sin duda, lo más admirado y fotografiado fueron los relieves de ambos maestros, especialmente la duda de Santo Tomás y la Coronación de la Virgen. Hablamos del ritmo de los pies de los personajes del primer maestro, de la ferocidad de algunas bestias silenses, del naturalismo y perfección del segundo maestro. También debatimos sobre el significado de los monos atados con cuerdas en uno de los capiteles de la entrada a la sala capitular.
Pudimos visitar otras estancias interesantes como la famosa botica y sobre todo, el museo que alberga el tímpano de la puerta norte de la iglesia y una buena colección de esmaltes y piezas de orfebrería medieval.
Desde Silos el camino a Covarrubias es muy corto y llegamos a la hora prevista. Nos esperaba el amable y simpático párroco de la iglesia de Santa María que nos hizo un auténtico y minucioso recorrido por todas las obras de arte que atesora este gran monumento gótico, especialmente en el museo. El sepulcro románico de Cristina de Noruega y el famoso retablo del Maestro de Covarrubias fueron dos de los elementos que más nos sorprendieron.
Tras la visita, la comida en el restaurante Galín (¡que rica la morcilla!) y un paseo por la villa, con el Torreón de Doña Sancha y la iglesia románico-gótica de Santo Tomás como testigos.
El penúltimo destino era nada menos que Arlanza. Sentimos la hermosura y la soledad del paraje donde se asienta la Ermita de San Pelayo y las ruinas románicas. No en balde este cenobio nació a partir de grupos de ermitaños que se cobijaban en las cuevas cercanas.
La vista a esta venerables ruinas, pese a lo perdido -que es mucho- nunca deja indiferente. Y si la contemplación de la iglesia, con sus ábsides y arranque de los pilares ya merecía la pena, el colofón fue la subida a la torre desde la que pudimos apreciar magníficas vistas, además de poder localizar una buena colección de marcas de cantero.
Nos esperaba la iglesia de Quintanilla de las Viñas, una de las escasas joyas conservadas de la arquitectura visigoda. Debatimos frente a su cabecera sobre el posible significado de los monogramas esculpidos y admiramos los ciclópeos sillares con que se levanto esta iglesia de la que sólo queda una parte al haberse derrumbado el cuerpo de las naves.
Una vez dentro, pudimos admirar los sillares esculpidos a modo de capiteles con ángeles, soles y lunas de misteriosas y ancestrales formas. Todo es el interior de este pequeño espacio se percibe como arraigado en una lejanísima antigüedad. Por algo estas piedras ancianas tienen mil cuatrocientos años a sus espaldas.
La vuelta a Madrid se nos volvió a hacer más corta de lo esperado. Las conversaciones animadas entre nuestros amigos hicieron de la larga distancia apenas un breve paseo.