Ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, Palencia
Introducción
Vallespinoso de Aguilar es una aldea situada a unos pocos kilómetros al suroeste de Aguilar de Campoo. Este pueblo tiene una iglesia parroquial moderna pero la original fue la que hoy es conocida como la Ermita de Santa Cecilia, encaramada sobre unas peñas y sobre un manantial a las afuera de la localidad (hacia el oeste).
Todos los autores que se han ocupado de la ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar han coincidido en el "goce estético" o en la "bella sorpresa para almas sensibles" que imprime en el viajero que la contempla por primera vez.
Y no es para menos. De hecho este pequeño templo románico de finales del siglo XII es uno de los emblemas publicitarios del románico palentino, merecedor de la consideración de Monumento Histórico Artístico de Carácter Nacional allá por el lejano año de 1951.
Por aquellas fechas, el edificio estaba en estado ruinoso por lo que una acertada restauración de 1958 se ocupó de reconstruir el muro norte de la nave, parte de la fachada occidental y la bóveda de la cabecera.
Pero, como luego veremos, no es sólo su equilibrada arquitectura o el pintoresco paraje donde se asienta lo que hace de la ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar un monumento notable, sino también la escultura de su puerta, del arco triunfal y de las arquerías del presbiterio.
Exterior
Desde el punto de vista arquitectónico, Santa Cecilia es un edifico románico de modestas dimensiones, constituido por el consabido ensamblaje de una nave rectangular con una cabecera de largo presbiterio y ábside semicilíndrico.
A pesar de que su tamaño no es reseñable, enseguida apreciamos su armonía de proporciones, que va acompañada de una fábrica de perfecta sillería.
El ábside tiene dos columnas entregas que alcanzan la cornisa y tres ventanales muy abocinados. El central con columnillas mientras que los dos laterales carecen de ellas.
Hay que fijarse en la delicadeza del citado ventanal central. Una aspillera de iluminación de paso a una amplia bocina exterior, rodeada por una arquivolta ornada con hojas de acanto dispuestas helicoidalmente, muy al estilo del románico del norte de Palencia. Los dos capiteles tienen esculpidas parejas de arpías cuyas colas son rematadas por cabezas de serpiente además de grifos de delicada anatomía.
Los canecillos de la cabecera se conservan bastante bien. En ellos hallamos diversos motivos como animales atrapando a sus presas (león y águila), un músico tañendo una fídula, un hombre itifálico, etc.
La puerta, ubicada como suele se ha habitual en el muro sur, es de grandes proporciones para el tamaño global de la iglesia. Se abre en un profundo arimez o cuerpo resaltado. Cuenta con un total de siete arquivoltas apuntadas que crean una profunda bocina. Todas, menos una, son sencillas: boceles y escocias. La intermedia cuenta con un repertorio de decoración vegetal muy características del románico norteño palentino, burgalés y cántabro, inspirado por San Andrés de Arroyo, Santa María de Piasca, Santa Eufemia de Cozuelos y Rebolledo de la Torre.
Los capiteles se extienden corridos por el arimez creando dos anchas bandas esculpidas con todo un repertorio iconográfico, que además de la temática geométrica y fitomórfica, abarca los siguientes temas:
Interior
Si sugerente es la estampa exterior, la contemplación por dentro de la ermita de Santa Cecilia no decepciona en absoluto. La primera sensación que tenemos es de verticalidad. En efecto, la nave no tiene gran anchura por lo que la altura de los muros nos inspira a mirar "hacia arriba".
Además, la cabecera, dada la orografía del suelo, hubo de edificarse metro y medio por encima de la nave, por lo que existe una escalera de seis peldaños que comunican ambas partes.
Es esta recoleta y elegante cabecera tenemos la mesa del altar (al borde de la escalera citada), dobles arquerías en los muros presbiteriales y los tres ventanales en el hemiciclo.
Los capiteles de las columnas de esta parte del edificio es deliciosa: Sansón desquijarando al león, el castigo del avaro entre columnas y arcos cuya decoración nos hace transportando a las arquerías de la Aljafería de Zaragoza, espirales vegetales como los de San Andrés de Arroyo, un caballero, parejas de grifos, etc.