Guía monumental (arte e historia) de Agüero, Huesca
Introducción
En el extremo oriental de la Hoya de Huesca y limítrofe con la vecina provincia de Zaragoza, la pequeña población de Agüero se acomoda a media ladera frente a los imponentes Mallos calizos de su mismo nombre, quizás no tan conocidos como sus muy próximos hermanos mayores Mallos de Riglos situados a la orilla contraria del río Gállego, pero de idéntica conformación geotectónica.
Todo este extremo noroccidental de la Hoya oscense, conocido popularmente como "el Reino de los Mallos", fue un territorio de suma importancia estratégica durante la Edad Media, sobre todo tras la caída de Huesca en manos cristianas al abrirse a través del río Gállego la vía de paso natural hacia Pamplona y el Camino de Santiago.
Ese Reino de los Mallos está también íntimamente relacionado con la enigmática figura de la Reina Berta. De más que posible origen italiano, Berta casó con el Rey Pedro I de Aragón dos años después de enviudar sin dejar descendencia con la reina Inés de Aquitania. Tras la muerte de Pedro, la reina Berta consta documentalmente que gobernó durante unos pocos años ese llamado "Reino de los Mallos" desde el castillo de Marcuello y la propia población de Agüero.
En la actualidad, esa puntual presencia de la reina Berta al mando de este pequeño territorio ha sido explicado por los historiadores como una maniobra de Alfonso el Batallador, hermanastro y sucesor de Pedro I, para asegurarse de que la reina viuda no dejaba descendencia legítima al trono aragonés que le alejase a él del trono.
Más allá de su importancia histórica y a su más que justificado valor paisajístico, el Reino de los Mallos es hoy un territorio jalonado de imponentes fortalezas como Loarre o Marcuello, así como de construcciones románicos de interés primordial como el propio castillo de Loarre, Murillo de Gállego, Ayerbe o el mismo Agüero que nos ocupa.
Agüero
Con sus apenas 150 habitantes censados (probablemente muchos menos durante el invierno), Agüero ha sabido conservar su primitiva fisionomía urbana a base de empinadas y estrechas callejuelas que caracterizaron estos minúsculos núcleos medievales prepirenaicos.
Lo primero que llama la atención a cualquier visitante de Agüero, además del imponente fondo que proporcionan los colosales Mallos, es la torre de la iglesia parroquial del Salvador, templo de origen románico muy reformado en siglos posteriores pero que conserva una apreciable portada románica dotada de tímpano escultórico figurado.
Mucho más valor y con total seguridad la construcción que ha situado a Agüero en el mapa de cualquier amante del románico es la iglesia de Santiago, situada algo escondida sobre un tozal a un kilómetro del caserío.
Templo de posible origen monástico y cuya construcción quedó inconclusa, en ella trabajó el celebérrimo Maestro anónimo llamado precisamente de Agüero o San Juan de la Peña, cuyo estilo quedó plasmado en varias construcciones altoragonesas, de las Cinco Villas e incluso de Navarra.
Iglesia del Salvador
Heredera con total seguridad de un primitivo templo románico, en la actualidad la parroquia de San Salvador se presenta como un heterogéneo conglomerado de estilos y materiales fruto de las diferentes ampliaciones de las que fue objeto a lo largo de los siglos.
De su fábrica románica original, además de la portada en la que a continuación nos detendremos, tan solo han llegado a nuestros días parte de los muros perimetrales y algunas huellas del ábside semicircular en el que desembocaba la única nave.
Durante la Edad Moderna, probablemente por necesidades derivadas del crecimiento de la población, el templo fue ampliado en dos naves más, sustituyéndose las bóvedas, modificándose la cabecera y elevándose la actual torre campanario de nada menos que cinco cuerpos y visible como si de un faro de vigía se tratase desde muchos kilómetros de distancia.
Sin embargo, el elemento más reseñable en San Salvador de Agüero es su portada de acceso norte, protegida por un pequeño porche hoy arruinado.
Abrazadas por un guardapolvo taqueado, cuatro son las arquivoltas de medio punto que enmarcan el vano de acceso, las cuales descansan sobre dos columnas acodilladas entre pilastras a cada lado. Las dos arquivoltas más externas presentan decoración vegetal, la tercera un grueso bocel y la más interna celdillas cuadrangulares.
Los capiteles despliegan decoración principalmente zoomorfa (leones, aves), apareciendo excepcionalmente dos figuras humanas en una forzada postura de cuclillas, una de ellas portando un báculo.
Por encima de todo ello, lo que más llama la atención es el fantástico tímpano que preside la composición, un tímpano ciertamente desproporcionado respecto a las dimensiones de la fachada y que, en lugar de por mochetas, queda sustentado por sendas columnas coronadas por capiteles.
Magníficamente conservado probablemente gracias a ese citado pórtico que lo cobijaría durante siglos, en él aparece representado el Cristo en Majestad sedente bendiciendo con una mano y sosteniendo un libro con la otra. Flanqueándolo, las efigies de los cuatro evangelistas en su versión zoomorfa acompañado por cartelas.
Esa desproporción del tímpano respecto a la puerta ha hecho pensar a varios especialistas que pudiese tratarse de una pieza trasladada y reaprovechada que estuviese destinada en origen a la inconclusa iglesia de Santiago, extremo éste imposible de constatar a día de hoy.
Iglesia de Santiago
La iglesia de Santiago de Agüero, o mejor dicho, la cabecera de lo que estuvo llamado a ser iglesia de Santiago de Agüero y que nunca llegó a concretarse, se yergue coronando un frondoso tozal a casi un kilómetro del pequeño núcleo urbano.
Se trata de una de las construcciones más enigmáticas y a su vez más interesantes del románico aragonés, ya que no deja de resultar llamativo que un proyecto de semejante ambición se plantease en este remoto lugar del Reino.
Sobre su origen y funcionalidad varias han sido las teorías propuestas sin que pueda llegar a confirmarse ninguna: se habla de que pudo plantearse como un nuevo emplazamiento más accesible y menos agreste para la comunidad de San Juan de la Peña y que el motivo de quedar inconcluso se debiese a la -esta vez sí- documentada mala gestión del abad Juan.
Otros señalan la opción de que se erigiese con el fin de albergar el retiro del rey Ramiro II el Monje, mientras que una hipótesis mucho más de carácter legendario apunta a un monumento homenaje o incluso panteón del Rey Pedro I levantado por su viuda Doña Berta durante el breve periodo de tiempo en que ésta "reinó" en el Reino de los Mallos.
Sea como fuere, el proyecto, planteado como una enorme fábrica de tres naves rematadas en sus correspondientes ábsides, resultó de lo más ambicioso, todo ello levantado con sillería de notable calidad. Lamentablemente, en un momento indeterminado y por causas desconocidas, el proyecto hubo de pararse cuando tan solo había sido erigida la triple cabecera y el espacio crucero no marcado en planta, cerrándose bruscamente mediante un muro a la altura de lo que estaba llamado a ser el primer tramo de las naves.
Así pues, lo que podemos admirar hoy en día en Santiago de Agüero se limita a la triple cabecera y al crucero marcado en alzado pero no en planta, resultando, pese a su estado inconcluso, uno de los monumentos románicos que más interés han suscitado de todo el Alto Aragón.
Cabecera
La cabecera triabsidal llama la atención por su enorme volumetría, lo que unido a su peculiar articulación mural externa a base de gruesas columnas adosadas al muro a modo de contrafuertes, dan casi más sensación de fortaleza que de iglesia.
El tambor central, de mayor altura y anchura respecto a los laterales, queda dividido en tres paños separados por sendas columnas de enorme grosor a modo de contrafuertes a las que, a su vez, adosan otras dos columnillas menores conformando haces. En el centro de cada uno de los tres paños abren parejas de ventanales aspillerados de medio punto sin ningún tipo de decoración. Este mismo esquema, más simplificado, se repite en los ábsides laterales.
Uno de los elementos más llamativos de la cabecera de Santiago de Agüero es el hecho de que, en una construcción en la que, como se aprecia, no se escatimó en recursos y medios constructivos y decorativos hasta su paralización forzosa, los ventanales se vean reducidos a la mínima expresión decorativa; una circunstancia que se ve rápidamente compensada por la presencia de un friso historiado que discurre horizontalmente justo por debajo de la línea de ventanas.
Relacionado temática y estilísticamente por la mayoría de especialistas con la cabecera de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, a lo largo del friso, principalmente en su tramo correspondiente al ábside central, se despliega el tema veterotestamentario de las tribulaciones del Santo Job, todo ello acompañado de un sinfín de animales fantásticos como grifos, arpías, centauros o dragones.
Portada
La pieza más conocida de Santiago de Agüero es, sin lugar a dudas, su portada meridional, concebida en origen como puerta del lado sur del crucero pero que, ante la inconclusión del proyecto primigenio, quedó como acceso principal al espacio sacro, siendo encomendado el proyecto al famoso Maestro de San Juan de la Peña o de Agüero, activo por todo el Alto Aragón, las Cinco Villas e incluso tierras de Navarra entre el último cuarto del siglo XII y los primeros años del XIII.
En esta portada queda perfectamente patente el personalísimo estilo de este maestro, caracterizado por el moldeado esquemático de sus figuras, por los pliegues redondeados en sus ropajes, o por los ojos bulbosos de los personajes representados.
En cuanto a la temática, igualmente se observa como tanto en el tímpano o en los capiteles, se repiten varios de los temas más recurrentes en su obra, como las bailarinas, los combates o los seres fantásticos generalmente en parejas y volteando sus cuellos.
Sostenido por sendas mochetas decoradas con dragones de rizado pelaje y con cuyas fauces bien atrapan o bien emerge una figura humana, preside la portada el tímpano con el tema de la Epifanía o Adoración de los Magos, tema muy recurrente de este Maestro y que se repite en otros templos de su autoría en las Cinco Villas.
Interior
En ocasiones obviado principalmente por la oscuridad que preside el espacio interno del templo debido a su cerrazón y a la ausencia de instalación eléctrica que lo ilumine; lo cierto es que el interior de Santiago de Agüero no desmerece en absoluto el suntuoso exterior anteriormente descrito.
Una vez que la vista se va acostumbrando a la oscuridad, el visitante descubre numerosos detalles de interés, comenzando por la portada interior del lado sur del crucero, correspondiente con el acceso principal al templo. En ella, tres capiteles, dos de ellos dobles, presentan en su decoración a base de caballeros y arpías ciertas concomitancias con el friso exterior del ábside y, por consiguiente, con la seo calceatense.
Las arpías también son protagonistas en uno de los capiteles sobre los que apean las arcadas que delimitan el tramo crucero, apareciendo en su correspondiente opuesto un niño desnudo siendo picoteado por águilas.
El tambor principal cubre mediante una bóveda de horno reforzada por dos potentes nervios que apean sobre dos columnas adosadas al muro y que, a su vez, marcan la separación en paños del muro absidial. En el cuerpo bajo del mismo se despliega una galería de doce arquillos ciegos (cuatro en cada paño) emparentados con las cabeceras de las vecinas Cinco Villas.
Los capiteles, bastante esquemáticos, presentan motivos geométricos y vegetales en su mayoría, a excepción de una cesta del sector norte del hemiciclo en el que se distingue perfectamente una cabeza coronada sobre la cual, han sido varias las especulaciones sobre la posible identidad del monarca retratado y que, de llegarse a una conclusión fehaciente, nos daría muchas pistas sobre el origen de la construcción.
Los ábsides laterales son extremadamente austeros al interior, con la única excepción del tambor sur, que nos depara una última sorpresa en forma de un nuevo friso horizontal que recorre todo su perímetro justo por debajo de la línea de ventanas en el que se recrea, entre graciosísimas composiciones vegetales muy del estilo de las ya citadas de Santo Domingo de la Calzada, diferentes pasajes de la vida de Cristo.
En definitiva, y más allá de su indudable y perfectamente palpable encanto paisajístico, tanto la singular ermita de Santiago de Agüero como la parroquia del Salvador, constituyen una visita obligada a todo aquel que se acerque a descubrir el Reino de Los Mallos o el cercano y mundialmente famoso castillo de Loarre.