Monasterio de San Pedro el Viejo. Huesca
El
Monasterio de San Pedro el Viejo es uno de los principales hitos
monumentales de la provincia de Huesca, especialmente por la escultura
distribuida entre tímpanos y capiteles.
El Monasterio románico de San Pedro el
Viejo se sitúa en el lugar que ocupaba el templo mozárabe
que servía de culto a la comunidad cristiana durante los
largos siglos de ocupación musulmana. De hecho, existe una
larga secuencia constructiva sagrada en este lugar pues se ha localizado
en su solar un templo romano, posteriormente sustituido por una
iglesia visigoda y luego por el templo mozárabe indicado.
Tras
la conquista de Huesca en el año 1096 el templo fue donado
por el rey aragonés Pedro I a un monasterio benedictino francés
por lo que pronto se derribó la mayor parte de la estructura
prerrománica adaptada a la liturgia hispánica para
adaptarla a la romana y a los usos cluniacenses. s éste el
momento de la erección del complejo monacal románico
del siglo XII que consta de:
Con todo, las peores agresiones sufridas fueron las innumerables viviendas que se fueron adosando por sus cuatro costados y que apenas dejan vislumbrar exteriormente la belleza del conjunto. En recientes restauraciones se ha dejado un estrecho pasillo para que, al menos, se pueda ver algo de la cabecera.
Iglesia
Interior de la iglesia
La
iglesia tiene tres naves rematadas en una cabecera de tres ábsides
escalonados de planta semicircular. Todos los arcos formeros y fajones
son de medio punto y apoyan sobre pilares cruciformes. Cuenta con
un, transepto no acusado en planta y un cimborrio sobre el crucero.
En las naves se aprecia la eliminación moderna de las pilastras que recogían la dobladura de los arcos fajones, con motivo, parece ser, de habilitar más espacio para los fieles.
El
cimborrio del crucero, a ser tardío del siglo XIII, abandona
la habitual cúpula sobre pechinas o trompas y se convierte
en un cubo abovedado por crucería. Cuatro óculos en
los muros verticales consiguen la iluminación exterior deseada.
Exterior de la iglesia
Exteriormente se puede apreciar la maltrecha cabecera con sus ábsides
de planta semicircular. Tan insigne monumento merecería la
rehabilitación de esta deteriorada cabecera que, además
está agobiada por edificaciones cercanas y apenas es visible.
Posiblemente, lo más valioso de la iglesia
de San Pedro el Viejo es el tímpano de la portada norte.
Muestra un magnífico crismón trinitario sujeto por
dos ángeles de gran belleza, El conjunto es completado por
una pequeña figurita humana tumbada en la parte superior
que corresponde a San Vicente.
Torre
Es
una estructura de planta hexagonal adosada al muro norte del transepto
y que se comunica con el interior del templo mediante una puerta
de arquivoltas achaflanadas de medio punto y columnas con capiteles
lisos.
El espacio interior, denominado capilla de San
Ponce de Tomiè res se ha habilitado como pequeño museo. Su
alzado es de dos cuerpos más la bóveda de crucería
superior. El segundo cuerpo tiene ventanales de iluminación.
Claustro
Aunque
ya hemos visto que la iglesia es interesante y tiene algunas piezas
extraordinarias como el tímpano de la puerta norte, verdaderamente
lo más destacado de San Pedro el Viejo es su magnífico
claustro compuesto por cuatro pandas -que forman un rectángulo-
abiertas al patio central mediante arcos de medio punto sostenidos
por dobles columnas pareadas.
Lo primero que hay que advertir es que el estado
de este espacio era ruinoso hasta que en 1886 los arquitectos Patricio
Bolomburu y Ricardo Magdalena acometieron su casi completa restauración.
En estos trabajos se sustituyeron numerosos capiteles cuyos relieves
estaban completamente erosionados por réplicas del escultor
Mariano García Ocaña, que ciertamente se afanó en reproducir
el estilo original del Maestro de San Juan de la Peña. Actualmente,
esos capiteles deteriorados se guardan en el Museo Provincial.
Tímpano de la Epifanía
Antes
de adentrarnos en el mundo de los capiteles originales de este claustro
hay que contemplar el tímpano de la puerta que comunica el
recinto con la iglesia. Su autor es el Maestro del sepulcro de Doña
Sancha de Santa Cruz de la Serós, hoy custodiado en la iglesia
jaquesa del Monasterio de las Benedictinas. El registro superior
muestra a dos ángeles sujetando con sus manos un crismón
trinitario. El friso inferior es el de la escena de la Epifanía.
En las pandas claustrales hay otro tímpano
reseñable. Se trata de la misma escena representada en en
la puerta del muro norte de la iglesia: dos ángeles sujetando
con sus manos un gran crismón trinitario con un Agnus dei
en el centro. Éste del claustro, además de encontrase
mucho más erosionado, pertenece a una mano menos cualificada.
En
uno de los muros hay una pequeña pieza empotrada que vuelve
a mostrarnos la misma representación, aunque parece que es
más tardía.
También hay que citar las tres grandes esculturas de apóstoles encastradas en los costados largos del claustro, de los que sólo uno de ellos es original.
Capiteles originales
Los dieciocho capiteles originales del claustro podemos clasificarlos, desde el punto de vista iconográfico, en los que muestran narraciones de escenas bíblicas y aquéllos que tienen contenido simbólico.
Entre
los primeros y, a pesar del estado en que se encuentran la mayoría,
es relativamente fácil adivinar lo que muestran. En ellos
se relatan acontecimientos de la muerte, Resurrección y Ascensión
de Cristo, así como de la Asunción de María.
También tenemos algunos momentos del Antiguo Testamento.
Entre los temas simbólicos aparecen los
habituales combates entre bestias maléficas y el hombre que
denotan la continua lucha entre el bien el mal que habita en el
alma humana.
Las
escenas representadas son, en total, las siguientes:
De
los capiteles que se ocupan de Cristo, es especialmente valioso
el conjunto de capiteles que relatan los acontecimientos entre su
muerte y Resurrección y la Ascensión final,puesto
que no siempre encontramos tales episodios en otros monumentos románicos
historiados (Noli me Tangere, Discípulos de Emaús,
Duda de Santo Tomás, Pentecostés, etc.).
También, llamamos la atención sobre
el capitel del regreso de Egipto por ser una de las esculturas románicas
originales mejor conservadas de todos el claustro de San Pedro.
Otro
de los capiteles que nos parece más expresivo es el que muestra
las tentaciones de Cristo por el demonio en el desierto.
Por último, mencionaremos también el que tiene tallada la escena del músico (en este caso, tañendo una enorme arpa) junto a una bailarina que se dobla hacia atrás dejando caer su larga cabellera. Esta representación la encontramos en Biota, Agüero, etc. por lo que se la considera una auténtica firma del taller. No obstante, la talla de San Pedro el Viejo debió ser realizada por un miembro menos experto del taller por su menos plasticidad en comparación con las anteriores citadas.
Capilla de San Bartolomé
La
panda este del claustro da acceso a una estancia abovedada del máximo
interés. Se trata de la capilla de San Bartolomé,
único vestigio conservado del templo prerrománico,
espacio alargado y completamente abovedado por medio cañón
con refuerzo de arcos fajones.
Se salvó de ser destruida porque cuando se estaba materializando el nuevo cenobio benedictino de estilo románico (siglo XII) se decidió utilizar este espacio como su sala capitular.
Posteriormente
fue convertido en Panteón Real, albergando los restos de,
nada menos, los dos últimos reyes del Reino de Aragón
antes de convertirse en Corona de Aragón: Alfonso el Batallador
y Ramiro II el Monje.
Lo más destacable es el sepulcro de Ramiro II que es un sepulcro romano marmóreo del siglo II d.C. con el busto de un personaje togado dentro de un clípeo que es elevado por dos genios alados, que a su vez se hallan flanqueados por Neptuno, Anfítrite, Hypnos y Thánatos.
Es más que evidente cómo la representación de ángeles sosteniendo un crismón -y que está presente en varios tímpanos del monasterio de San Pedro el Viejo- deriva de este tipo de iconografías clásicas.