Viviendas Románicas
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Viviendas románicas de la ciudad de Segovia
Si
una ciudad española destaca por encima del resto en cuanto
a pervivencia de edificaciones civiles de época románica,
esa es Segovia, donde, más o menos adulterados, se conservan
aproximadamente medio centenar de inmuebles en los que, a día
de hoy, son aún perceptibles diversos restos de su pasado
altomedieval.
Torre de Hércules
De
todos ellos, uno de los más conocidos es la Torre de Hércules,
así denominada por la presencia de un relieve renacentista
del héroe mítico en uno de sus muros. El conjunto,
muy modificado en los siglos XV y XVII, conserva de su estructura
primigenia el arranque de la torre y parte del ala norte del palacio,
de planta rectangular y estructurado en dos pisos: el bajo que cumpliría
las funciones de salón comedor junto a una pequeña
cocina, y el superior, destinado a salón privado, a cuyos
costados abrirían dos alcobas. Al exterior, son bien visibles
aún los cuatro vanos pareados y geminados que iluminarían
la planta noble.
La torre, algo desviada respecto al eje del palacio y comunicada con éste mediante un estrecho arco de apariencia muy primitiva, presenta el típico aparejo segoviano de mampostería encintada reforzada en sus ángulos con grandes bloques de sillería. De sus cuatro plantas, sólo el semisótano independiente y los dos primeros niveles parecen de factura medieval, correspondiendo el tercer piso y el caballero, levantado sobre las almenas, a distintas ampliaciones acometidas en fechas tardías. El elemento más singular de la Torre de Hércules es, sin duda, la decoración pictórica de sus zócalos, realizados en pigmento terroso y en los que fueron reproducidos motivos geométricos, caligráficos y figurativos, destacando una escena en la que dos jinetes parecen batirse en duelo, y una ingenua representación del asalto a un castillo.
Palacios de los Condes de Mansilla y del Marqués de Lozoya
El
Palacio de los Condes de Mansilla, en el que recientemente fue descubierta
una amplísima sala abierta a un patio mediante una galería
de arcos de medio punto, y el Palacio de los Cáceres o del
Marqués de Lozoya, con su elegante portada de tres arquivoltas
adornadas con roscas floreadas, constituyen otros dos magníficos
ejemplos dentro de la amplia nómina de viviendas nobiliarias
de origen románico que, más o menos transformadas,
han subsistido en la ciudad del Eresma.
Barrio de las Canonjías
De gran interés por tratarse de un conjunto único en el románico español, es el conocido como Barrio de las Canonjías; un sector de la ciudad articulado por las actuales calles Daoiz y Velarde en el que, en torno al antiguo palacio episcopal segoviano hoy desaparecido, se levantaron, hacia 1120 según consta en un documento conservado por el cual el concejo cedía dichos terrenos al cabildo, las viviendas destinadas a albergar a los canónigos.
Es
de suponer que numerosas ciudades episcopales medievales contarían
con su barrio canonical, pero lo sobresaliente del caso segoviano
es el hecho de que haya llegado a nuestros días relativamente
intacto, conservándose un amplio muestrario de portadas románicas
que, pese a que en siglos posteriores dichas viviendas irían
progresivamente pasando a familias burguesas y reformándose,
conservaron, quizás como símbolo de prestigio y antigüedad
del linaje, sus primitivas fachadas originales.
Palacio de Pedro I el Cruel de Cuéllar
En distintas localidades de la propia provincia segoviana como Sepúlveda, Fuentidueña, Maderuelo o Torrecaballeros, se conservan igualmente manifestaciones civiles de origen románico, destacando por encima del resto el conocido como Palacio de Pedro I el Cruel de Cuellar; así llamado por haber sido escenario en 1354, según la tradición, del banquete de bodas del susodicho monarca con Juana de Castro.
Se trata de una vivienda de dos plantas, adosada a una estructura torreada de planta rectangular. Profundamente reformado en el siglo XIV, se conserva su primitiva portada de tres arquivoltas de medio punto aboceladas sobre pilares y una columna central, así como dos ventanales geminados a través de los cuales se iluminaría la planta noble. Otras dos ventanas de la misma naturaleza se disponen asimétricamente en la torre, que fue elevada con un cuarto cuerpo en fechas recientes.
Casa del Cid. Zamora
En
la ciudad de Zamora, frente a la catedral y junto a la puerta de
la muralla llamada de Olivares o del Obispo, subsisten los restos
de un palacio románico conocido tradicionalmente como Casa
del Cid o Palacio de Arias Gonzalo, aunque, pese a tratarse de dos
personalidades muy vinculadas a la historia de la ciudad, no existe
prueba alguna que relacione su nombre con los restos tratados.
De su primitiva estructura de sillería perfectamente escuadrada, se han conservado solamente los muros perimetrales, de los cuales, el orientado al costado sur y que asoma al Duero adosado a la muralla, correspondería a una primera etapa que suele adscribirse al periodo comprendido entre finales del siglo XI o principios del XII, coincidiendo con los reinados de Fernando I y Alfonso VI, grandes revitalizadores de la urbe zamorana. Este muro, que probablemente contaría con un segundo cuerpo desaparecido, conserva dos vanos abiertos mediante pares de arquillos de ligera herradura separados por un mainel y rematados por un dintel monolítico, un modelo de ventana muy recurrente en la arquitectura palatina medieval española que volvemos a encontrar, en este mismo inmueble, tanto en el muro oriental, como recolocadas en una vivienda moderna erigida dentro del propio recinto.
La puerta principal, consistente en un sencillo arco de medio punto flanqueado por saeteras en el hastial de poniente, correspondería a una reforma acometida coincidiendo con la apertura de la Puerta de Olivares, levantada en el año 1230.
Cataluña
En tierras catalanas, además de algunos vestigios aislados reaprovechados en viviendas del centro histórico de la ciudad de Barcelona, se han conservado varias construcciones civiles de estilo románico que, sin duda, no son más que un mínimo porcentaje de las que debieron existir e inspirar buena parte de los numerosos palacios proyectados por la floreciente burguesía catalana ya en los siglos del gótico:
Palacio de la Paería de Lérida
El Palacio de la Paería de Lérida, levantado sobre una vivienda romana a los pies del Carrer Major, debe su nombre a la denominación "paer en cap", término con que son conocidos los alcaldes en la propia ciudad ilerdense y en varias localidades de la provincia. Su fachada principal conserva, pese a alguna reforma en estilo neo-medieval, el sabor de los palacios románicos. Constaba en origen de dos cuerpos al que le fue añadido un tercero en siglos posteriores: el primer piso presenta una sencilla portada dovelada enmarcada por un fino guardapolvo, mientras que al segundo, delimitado por una sencilla línea de imposta, abren cinco ventanas constituidas a base de tres arcos de medio punto con remate abocelado que descansan sobre columnillas cilíndricas y capiteles decorados, de las cuales, sólo las tres centrales son originales
La antigua fábrica de principios del siglo XIII, quedaba coronada por una cornisa sobresaliente sustentada por canecillos. El interior fue totalmente remodelado para ser adaptado a sus nuevos usos, conservándose tan sólo de época medieval, una estancia en los sótanos conocida como La Morra, destinada en origen a cárcel.
Palacio de los Marqueses de la Floresta en Tárrega
En la misma provincia de Lérida, el Palacio de los Marqueses de la Floresta en Tárrega es un edificio contemporáneo de similares características al que acoge hoy el consistorio capitalino. Presenta una primera planta abierta mediante un arco de medio punto moldurado, y un segundo cuerpo, correspondiente al salón noble, animado por tres ventanas conformadas a base de tres arquillos de medio punto sobre columnas coronadas por sencillos capiteles. Culmina la fachada una prototípica cornisa sostenida por canecillos y un tercer cuerpo añadido en una remodelación tardía.
Palacio de los Condes-Reyes de Villafranca del Penedés (Barcelona)
Por último, aunque muy modificado, el Palacio de los Condes-Reyes de Villafranca del Penedés (Barcelona) que acoge hoy en día el Museo del Vino, es un edificio en cuya fachada, son aún bien visibles los restos de su primitiva fábrica tardorrománica, datable hacia la primera mitad del siglo XIII.