Historia de los Francos
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Pueblo
de origen no demasiado definido ni identificado, quizás resultado
de un agregado de pueblos, los francos se encontrarán profundamente
divididos hasta la llegada de Childerico, el cual, ante los ataques
de otros pueblos germanos asentados en las Galias, logrará aglutinar
los dispersos grupos y revolverse contra sus vecinos, como los alanos
instalados en el Loira o los sajones de la costa septentrional franco-belga.
Sin embargo, será con la conversión de su hijo Clovis o Clodoveo al Catolicismo entre el 496 ó el 506, cuando se pongan las bases para la consolidación política del reino franco. Con este gesto - cuya causa se ha explicado por la fuerte influencia de su esposa Santa Clotilde para convencer a su marido de convertirse al Catolicismo, y en menor grado por la victoria lograda sobre los alamanos en Tolbiac - Clodoveo, pretendía atraerse a la población galo-romana, muy especialmente a la aristocracia cuyos intereses comienzan a ser convergentes.
La
victoria de Clodoveo sobre los arrianos visigodos en Vouillé
(506), habría de consolidar el poder militar de los francos,
sus bases territoriales y el prestigio tanto entre entre los galo-romanos
como los propios francos. De hecho, las victorias militares procuraban
botín y tierras que eran entregadas a los jefes militares en
concepto de beneficium, los futuros feudos. Gracias a este
sistema, el rey franco se aseguraba el control eficaz sobre el territorio,
pero no dejó de tomar como modelo la administración romana.
De hecho, Clodoveo, a diferencia de otros reyes bárbaros, se
preocupó por aglutinar a germanos y romanos, incidiendo en la
territorialización de las leyes, frente al dualismo. Así,
el Pactus Legis Salicae se inspiraba en las leyes romanas y
el romanizado Breviario de Alarico. Y es que, la pervivencia y extraordinaria
vitalidad del reino franco se basó, en buena medida, en esta
temprana y sólida territorialización del poder soberano
del monarca y al elaborado aparato ideológico del que surge una
definida entidad política, en un fenómeno muy similar
al que el III Concilio de Toledo o el Laudes Spaniae de San
Isidoro, supuso para la Hispania visigoda.
Así,
aunque los reyes francos, ya fueran de dinastía merovingia o
carolingia, dividieran el reino entre sus herederos como si de una propiedad
privada se tratara, ignorando la concepción pública definida
por Roma, y aunque esto provocara tensiones y enfrentamientos que debilitaban
la monarquía franca, el concepto de monarquía territorial
cuya legitimidad y sentido pasaba por la defensa de la Iglesia, era
suficientemente sólido como para que la desaparición de
esta entidad política resultara fácil. Así, a pesar
de los reyes holgazanes merovingios, los mayordomos francos eran conscientes
de que impulsar el reino pasaba por ampliar el territorio, fortalecer
los lazos entre la corte y las provincias a través de una desarrollada
administración y vincularse a una Iglesia que, gracias a su elevado
nivel cultura e intelectual, podía proporcionar técnicos
preparados y programas políticos elaborados. Así, serán
los mayordomos de los monarcas merovingios los que volverán a
tomar la iniciativa militar y política, procurando establecer
una firme alianza con el que se convertirá la auctoritas en Occidente:
el Papado. Si con su conversión al Catolicismo, Clodoveo logró
aglutinar voluntades en torno suyo y consolidar el reino, Pipino, el
Breve y su hijo Carlomagno vincularán el reino al Papa, teórico
depositario de la dignidad imperial y único capaz de legarla
a un soberano, cosa que éste hará en la persona de Carlomagno
en la Navidad del año 800.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
Jorge Martín Quintana)