Introducción a la historia del Reino de Pamplona-Nájera
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Los
inicios del Reino de Pamplona-Nájera se encuentran,
como ocurre con el resto de feudos cristianos de ese momento, en la
separación de ese territorio del dominio musulmán presente
en Al-Ándalus gracias, entre otros, a la importantísima
intervención de Musa Ibn Musa, casado con la hija de Íñigo
Íñiguez (Íñigo Arista), figura esencial
a la hora de entender la formación del reino pamplonés
emergente.
Asimismo los navarros consiguieron, al igual que los aragoneses, la independencia respecto a los carolingios en la Segunda Batalla de Roncesvalles (824) instaurando el primer reino navarro dirigido por el ya citado Íñigo Íñiguez instaurando en el trono la Dinastía Íñiga.
Tras
este incidente contra los infieles los Íñigos vieron necesaria
una alianza con la poderosa familia de los Banu Qasi del Ebro gracias
a la que las tierras pamplonesas vivieron, al menos unos años,
en paz además de ampliar sus territorios de la marca superior
junto con Tudela, Zaragoza y Huesca.
En
el año 905 la paz viene a ser alterada por la muerte del primer
monarca y la ausencia de su sustituto natural en el trono, Fontún,
apresado por los cordobeses. Ante este vacío de poder los nobles
no pierden la oportunidad de cuestionar la idoneidad de tal nombramiento,
creyendo más acertado su destronamiento y, a su vuelta a Pamplona,
su encierro en el monasterio de Leire. Su trono lo ocupa Sancho Garcés
I (905-925) quien instaurará la dinastía Jimena en Pamplona,
inaugurando lo que conocemos como el Reino de Pamplona-Nájera.
El
reinado de Sancho Garcés I fue determinante por el gran impulso
que aportó a la reconquista navarra, situando la frontera del
nuevo Reino en la línea del Ebro. El segundo pilar de su política
fueron las relaciones con el vecino condado de Aragón, acción
que culmina con la anexión territorial de ambos espacios por
la boda de la hija del conde aragonés con el heredero al trono
navarro, el que una vez en él fue conocido como García
Sánchez I.
Por
ello a la muerte del último será García Sánchez
(925-970) quien herede el trono, en los primero años bajo la
dirección de la reina Toda, su madre de quien los historiadores
han coincidido en destacar su excelencia en la política y la
estrategia, que supo ver, como nadie más, en Castilla el aliado
más fuerte de la Península y al musulmán como al
enemigo al que vencer conjuntamente. Su acción determinante contra
éstos quedó patente tras su participación en la
batalla de Simancas con un gran ejército.
A
la muerte en el año 970 de García Sánchez le sucede
en el trono García Sánchez II Abarca (970-994)
que hereda, entre otras tierras, el condado de Aragón. La aparente
superioridad que mostraron respecto a los musulmanes en el reinado anterior
fue puesta en entredicho en este y es que el poder de Abarca
coincide en el tiempo con el de Al-Mansur, uno de los cordobeses más
temidos dada la enorme lista de victorias con las que contaba como la
acaecida en el año 981 cuando tropas castellanas y navarras son
derrotadas y ven impasibles cómo ciudades tales como Zamora y
la misma Simancas, conquistada hace poco tiempo, son destrozadas por
las tropas musulmanas.
En
el año 994 sube al trono García Sánchez II (994-1004)
a quien las crónicas apodaron El Temblón ya que,
según las malas lenguas, no era hombre al que gustaban las batallas
ni los enfrentamientos sino muy al contrario prefería dirigir
su política desde el trono. Este rasgo de su carácter
determinó las relaciones cuasi de paz que estableció con
Al Mansur.
Con Sancho El Mayor de Navarra (1004-1035) el Reino de Pamplona alcanza su máxima extensión y hegemonía que desaparece con la división de sus dominios entre sus hijos. Su reinado fue largo y repleto de decisiones políticas de trascendencia como la apertura del reino que dirigía hacia Europa, el impulso a la reforma cluniacense o la creación de una ruta compostelana que cruzaba las tierras navarras, camino más seguro que el de sus vecinos cristianos.
De
él aseguran que era hábil en el arte de la guerra y la
diplomacia, cualidades que le encumbran sobre los otros reyes cristianos
y por el que se le apoda El Mayor. Coincide en el tiempo con
los conflictos civiles que asolan el Califato de Córdoba y que
lo harán desaparecer definitivamente en el año 1032.
A
la muerte del longevo Sancho le sustituye García Sánchez
III el de Nájera (1035-1054) quien incluye entre sus
posesiones las futuras Vascongadas y las tierras originarias de Castilla,
siendo el resto de posesiones de las que disponía su padre divididas
entre sus hermanos. La relación entre éstos marcará
la vida política de este monarca, en especial la establecida
con su hermano Fernando de Castilla quien le arrebata tierras que pretende
reconquistar pero que le cuestan la vida: muere en la batalla de Atapuerca
(1054).
De
profunda religiosidad García III manda construir el Monasterio
de Santa María la Real de Nájera para después centrar
sus esfuerzos en el de Yuso, lugar que eligió para ser enterrado
a su muerte, acaecida en el año 1054 tras la que es sustituido
por Sancho Garcés IV (1054-1076) el último de los reyes
de Nájera-Pamplona. Los problemas fronterizos de su padre fueron
heredados por este joven rey quien se enfrenta a sus vecinos de Castilla
y Aragón en la guerra de los Tres Sanchos (1076).
A su violenta muerte el reino se desmorona. Sus hermanos se dividen sus posesiones: Alfonso, rey de Castilla, se queda La Rioja mientras que Sancho Ramírez de Aragón se autoproclama rey de Navarra.
(Autora del texto del artículo/colaboradora
de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón)